Sin abuso en su uso
De un tiempo a esta parte se ha hecho habitual que los cubanos se inmiscuyan y opinen acerca de tales o más cuales investigaciones médicas. Que si el Tomógrafo Axial Computadorizado (TAC), la Resonancia Magnética (RM) o el ultrasonido… Pareciera como si el médico estuviera obligado a acudir a los llamados exámenes complementarios, de lo contrario: “no me prestó la debida atención” o “no es un buen doctor”.
Investigaciones que para no pocos en el Mundo constituyen verdaderos privilegios, aquí se han vuelto una suerte de usanza cotidiana cuando la realidad apunta hacia que algunos no son nada inofensivos, ni para la economía del país, ni para la salud del paciente.
Si algo inquieta hoy a los especialistas del sector de la Salud en Cuba es precisamente esa necesidad de priorizar la aplicación del método clínico. Para ello hay dos cuestiones a tener en cuenta: el interrogatorio que lleva su tiempo y el examen clínico, porque hay que tocar al enfermo.
Por supuesto, si el método clínico no es empleado debidamente entonces hay que apoyarse en el examen complementario con vistas a despejar incógnitas, pero si se orienta una tomografía de manera inadecuada esa persona recibe tantas radiaciones que lejos de ayudarle lo perjudican. Lo mismo ocurre con los análisis de sangre que requieren de un orificio en la piel por el que puede penetrar una infección.
En países en que los servicios de Salud se pagan resulta un verdadero negocio orientarle al paciente los exámenes complementarios; no obstante, en nuestra nación no cabe tal interés. Aquí el uso excesivo de los equipos de alta tecnología sólo llevaría a su sobreexplotación y, por ende, a correr el riesgo de que su vida útil disminuya, aparte de los peligros que en sí mismo entrañaría para el aquejado.
No es ocioso conocer el costo de una tomografía, que sería poco más de 290 pesos; una resonancia magnética, 325; y un ultrasonido, 60. Estos precios no son del dominio de la población cubana en general y es algo que incumbe a todos.
Si algo agradecen los pacientes de países donde los galenos cubanos ofrecen sus servicios desinteresados es que son reconocidos, tocados por el médico, algo que no habían sentido antes. Esos mismos médicos no tienen a su alcance los equipos de tecnología de punta en sitios intrincados; sin embargo, examinan a sus enfermos, encuentran sus dolencias y los curan.
No quiero decir que los exámenes complementarios tienen que borrarse del mapa, nada de eso, se trata de utilizarlos en el momento oportuno, sin abuso en su uso.
Cada vez hay más galenos adeptos a que el paciente ingresado debe identificarse por su nombre y no por el número de cama. Éste no sentirá lo mismo si la enfermera le dice: “José Antonio voy a inyectarlo”, si por el contrario escucha: “Voy a inyectar al 15”, es cuestión de sensibilidad, de empatía entre ambos y eso también influye en la seguridad que un enfermo necesita para sanar o mejorar.
Evidentemente, todo requiere de ser acompañado de un trato afable, con ética y mantener por sobre todas las cosas una adecuada comunicación, explicarle al paciente el qué y el porqué, con la convicción de que para el médico la regla universal sería: ponerse en el lugar del paciente, tratarlo como mismo quisiera que lo hicieran con él.
Autora: Olga Lilia Vilató de Varona
Corrección: Oriel Trujillo Prieto
Foto: Cortesía de hospital universitario Manuel A. Domenech
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