Nuiris: Mamá, enfermera e internacionalista
Primero mamá, luego enfermera, y después internacionalista. Así, en este orden colocó sus prioridades la Licenciada en Enfermería Nuiris Marrero Peláez, graduada en 1995; y no fue por casualidad sino porque el domingo 10 fue el Día de las Madres, hoy 12 el Internacional de la Enfermera (o), y está casi acabadita de llegar de Nicaragua, una misión internacionalista que le ha hecho ver la vida con otra óptica.
Ella era jefa de Sala en el servicio de Neurología del hospital universitario Manuel Ascunce Domenech, y antes estuvo en la vicedirección de Enfermería como supervisora de área.
—¿Por qué con tanta seguridad ese orden de ver tu vida?
—Increíblemente, aunque dejé a mi hija en el mismo espacio, con mis padres que la atendieron de una manera esmerada, sé que sintió mi ausencia, sin dudas, le faltaba yo, pese a que la preparé con anterioridad y ella estaba consciente de eso, de la necesidad que otros niños y adultos del mundo requieren de nuestros servicios, su primera reacción fue: “No, tú no vas”.
—¿Qué edad tenía Daniela (así se llama la niña) cuando saliste de misión?
—Siete años, ya tiene nueve.
—¿A qué le achacaste esta reacción?
—A ella le había impactado una experiencia negativa de una compañerita del círculo con su mamá y no quería saber del país que le tocó, cosas de niños, porque la decisión de esa mamá iba a tomarla dondequiera, pero en sus cortos años no lo veía así. Afortunadamente me enviaron a Nicaragua, al municipio de Waspam, ubicado en la Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN), a orillas del río Coco, que sirve de límite entre Nicaragua y la República de Honduras. Específicamente estábamos a 200 metros de ese río.
—Volvemos al orden de prioridad y luego seguimos con la misión, ¿por qué enfermera?
—Quería ser médico y en segunda opción pedí la Licenciatura en Enfermería. Pero no me arrepiento y si volviera a nacer escogería esta carrera. La enfermera se da su propio valor, tiene que estudiar como el médico, no puede quedarse atrás, en un pase de visita tienes que estar a su altura y puedes aportar mucho, estamos en contacto directo con el enfermo más tiempo incluso, que el propio galeno y notamos cualquier alarma a su lado.
—Vamos al internacionalismo de nuevo…
—En este sitio, cuya cabecera municipal está ubicada a 632 kilómetros de la ciudad de Managua, la misión internacionalista cubana comenzó en el 2007 y en esa época pasaron mucho trabajo en comparación con nosotros, sin estar exentos de dificultades porque las condiciones en sí mismas no son buenas.
“En mi caso laboraba en la Sala de Cuidados Intensivos del hospital Oswaldo Padilla, que está allí porque Fidel, el Líder Histórico de la Revolución, dispuso que equipamientos utilizados en Pakistán fueran distribuidos y ese fue uno de los lugares favorecidos. Allí los especialistas eran el Clínico, el Ginecobstetra y el Pediatra; además, los de Medicina General Integral (MGI) cubanos con los Sociales, los nicaragüenses que terminan sexto año y hacen el servicio social. Algunos estudiaron en Cuba y otros en Nicaragua”.
—Tengo entendido que la mayoría de la población de Waspam está registrada por debajo del nivel de pobreza y otro grupo importante dentro de la llamada pobreza extrema, ¿qué origina esta situación a la hora de la atención médica?, ¿qué experiencias trajiste contigo?
—Muy bonitas. Ellos tienen una idiosincrasia muy diferente a la nuestra y eso por sí mismo es algo atractivo. Tienen creencias muy particulares, no quiero decir que aquí no las haya, pero por mis años de trabajo sé que el cubano apela a sus creencias ante cualquier contingencia de salud, por ejemplo, pero va al médico. Allá es diferente, ellos son misquitos, y como son autónomos adoptan sus propias determinaciones.
“Vimos mujeres que se colocan yerbas para parir y maduran el cuello uterino antes de tiempo, les ofrecen brebaje a los hijos muy pequeños que les provocan hasta la muerte. Por tales motivos era tan importante el trabajo educativo y preventivo.
“Tuvimos varias experiencias de tener pacientes en condiciones críticas y sus familias llevarlos al Sukia (su brujo), porque no veían solución en manos de la ciencia. Creían que a la vez que les aplicabas el medicamento debían curar inmediatamente. Sufrimos por esta causa, en Cuba no vemos eso y nos choca. Es increíble, porque hasta profesionales obedecen a sus padres y no acuden al médico a tiempo, llegan tarde y en no pocas ocasiones no puede hacerse nada.
“A casi dos meses allí tuvimos un niño de seis meses con bronconeumonía, allá son muy frecuentes las neumonías en niños y adultos mayores, y no piensan que pueden morir por esa dolencia. Ese bebé era un muñeco. Cuando lo vio el pediatra hubo que entubarlo, no teníamos equipo de ventilación y luchamos hasta que su corazoncito dijo hasta aquí. El pediatra y las enfermeras empezamos a llorar, no podíamos creer aquello y la mamá lo envolvió en un paño, se lo tiró al hombro y salió como si nada hubiera ocurrido.
“En otra ocasión otro niño hizo una meningitis que tratado por el Sukia, gastaron su dinero y cuando lo llevaron no hubo solución y el padre nos dijo que él tenía más hijos, así de sencillo. Conocimos la desnutrición infantil y el parasitismo que estudiamos por los libros”.
—¿Los cubanos cobran los servicios médicos allá?
—No, ¡qué va!, y adquieren los medicamentos que reciben del hospital de manera gratuita. Por supuesto, si tienen que ser trasladados a Puerto Cabezas ya es otra cosa, a veces no tienen dinero ni para eso, lo cual nos entristecía. Había veces que en el hospital solo se hacían análisis para hemoglobina, ni para los diabéticos, ni un glucómetro para una glucemia y qué decir de hacerse una Resonancia Magnética, ni hablar. Allí no había ese tipo de equipamiento. Y para los complementarios hemoquímicos (triglicéridos, entre otros), tenían que ir a laboratorios privados, pagarlos y muchos no podían.
“No puedo dejar de decir esto. Cuando cumples una misión te sientes plena, te enriquece la vida espiritualmente, ves cosas inimaginables siquiera, ves la vida diferente. Uno no sabe lo que vale Cuba hasta que sale de este pedacito de tierra. También debo reconocer la ausencia ante tus hijos, hablo por la mía, se siente, lo mismo ella que uno, y son tiempos perdidos e irrepetibles, por eso reitero: mamá primero. A Daniela la encontré bien y las dos estamos muy felices. Este Día de las Madres va a ser muy especial”.
Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)
Foto: Momentos en que Nuiris participaba en Jornada Científica en Nicaragua, por cortesía de la entrevistada.
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