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El miedo me mantiene vivo

El miedo me mantiene vivo

En la foto, a la extrema izquierda arriba, el doctor Saavedra en la preparación para su actuar cotidiano, una imagen de él debajo, y luego ya con su traje protector.

Contacté vía Internet con el doctor José E. Saavedra Pacheco. Él es especialista en Medicina General Integral (MGI) y en Anestesiología y Reanimación, del hospital docente clínico quirúrgico Amalia Simoni, de la ciudad de Camagüey, Cuba. Actualmente se encuentra en Sierra Leona; en Porto Loko, distrito rural a unos 120 kilómetros de la capital del país.
Es de los médicos cubanos que enfrentan la epidemia de la fiebre hemorrágica del Ébola, y uno de los 14 camagüeyanos.

No lo conozco personalmente, pero doy fe de su extrema sencillez y espíritu de solidaridad, como otros con los que ya he contactado: pareciera como un virus que llevan en sangre los galenos y enfermeros cubanos dedicados a esta y otras misiones en el mundo.

Esa sencillez hizo que nos tuteáramos y supiera en primera persona que su brigada, a punto de regresar a la Patria, el próximo 22 de marzo, está formada por 42 de estos trabajadores de la Salud cubanos, dos de ellos agramontinos nos. Al momento de su respuesta me comentó acerca de la situación higiénico-ambiental, y la calificó de: “Bastante estable en relación con la encontrada al momento de su llegada”.

-—¿Y la epidemia cómo se comporta?

—Si bien hay focos activos, el ritmo de contagio es mucho menor; antes veíamos 20 casos diarios y ya nos llegan entre tres y cuatro, y algunos días ni uno. Al recibir los resultados del laboratorio suman más los negativos que los positivos, los cuales son entregados entre las seis y 24 horas.

“Entre los focos de infección más importantes tropezamos con los entierros clandestinos, mucho más frecuentes en las zonas rurales, como este lugar donde me encuentro. Hay una alta población musulmana, cerca del 70 %, que mantiene ritos y costumbres de un arraigo tremendo y hacerlos cambiar su cultura es algo muy difícil”.

—¿Cómo es tu composición familiar?

—Tengo una bella familia. Mi esposa Diarelys García Díaz, licenciada en Enfermería, trabaja en el mismo hospital que yo en Camagüey; tenemos tres hijos, José, de 18 años, estudiante de primer año de Medicina en la Universidad Carlos J. Finlay; Claudia, de 17, en el último año del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Máximo Gómez Báez; y Joel, de 14 años, que cursa el noveno grado en la Escuela Secundaria Básica Juan Marinello, todos en la ciudad de Camagüey. Vivimos en la calle Padre Valencia, específicamente en el asentamiento destinado a los médicos.

"Además, a mis padres: Norma y Asdrúbal, los máximos responsables de mi formación. Han sido paradigmas en mi vida. Ella trabaja en la Secretaría General y él es Doctor en Ciencias y Profesor Titular del departamento de Mecánica de la Facultad de Electromecánica, ambos en la Universidad de Camagüey".

—¿Cómo acogieron tu determinación de marchar hacia ese lugar?

—Lo primero fue un sentimiento de sorpresa, luego vino algo así como la consternación. Todos sabíamos, con la inclusión de ellos, cuánto riesgo iba a correr. La morbilidad y la letalidad de esta epidemia son muy elevadas. Luego de ese sentimiento vino el razonamiento lógico y la conversación oportuna con mis hijos, mi esposa, mis padres, acerca de la necesidad de evitar, en primer lugar, que esta catástrofe llegara a Cuba con su paso que sería devastador.

—¿Solo ese objetivo te llevó a dar el paso al frente ante esta misión, considerada para muchos como misión suicida?

—Por supuesto que no. Es que la formación de los universitarios en Cuba, sobre todo los de la carrera de Medicina, está basada en los principios éticos y morales de la solidaridad, el altruismo, el ayudar al prójimo, y sí, también, me motivó esa necesidad de que no entrara a nuestra nación.

—¿Qué pensaste al ser propuesto, como parte de la brigada Henry Reeve, para Premio Nobel de la Paz?

—No lo puedo negar, sentí una alegría inmensa, porque estoy acostumbrado a que a nuestro pueblo se le reconozcan los esfuerzos que hacemos, pero esta vez fue más allá, era una gratitud internacional que reconoció ante el mundo la brillante idea del Líder Histórico Fidel Castro, creador del contingente, incluso, al glorioso pueblo cubano que ofrenda a sus hijos ante causas nobles y a la vez arriesgadas.

—Cuénteme un día de trabajo.

—Estoy, como te dije, en un área rural, me alojaron en un motel, que como en el resto de la región y casi el país no tiene energía eléctrica. Aquí hay un pequeño generador que funciona solo de siete de la noche hasta las siete de la mañana, hora en que me levanto, desayuno y 30 minutos más tarde salgo en un autobús hacia el hospital a unos tres kilómetros más o menos, al llegar voy al sitio de la entrega de guardia, ahí nos encontramos entre nosotros, los norteamericanos y los enfermeros nacionales, de ahí paso al área de descanso donde me visto con el traje de protección personal. Siempre lo hacemos en dúo, jamás solos.

“No puede quedar parte del cuerpo fuera del traje protector porque podría ser fatal, por eso nos vamos vistiendo y revisando el uno al otro para no cometer errores. Toda esa parte del hospital es la zona verde con un riesgo de contaminación mínimo, al menos en teoría. Después y previa orientación en la entrega de guardia me traslado hasta la zona roja, la de mayor peligro, y donde se encuentran las salas de hospitalización. Allí dentro hago de todo, como los demás, desde canalizar una vena para la administración de fluidos hasta dar de comer o beber a los enfermos, bañarlos, limpiar sus secreciones, vómitos y sangramientos. Recuerda que el Ébola se trasmite por los fluidos corporales, incluido el sudor. Imagina entonces cuánto cuidado hay que mantener y cuánto estrés; pero lo hacemos con profesionalidad y hasta el momento, con la ayuda de Dios y el cuidado que ponemos, vamos saliendo victoriosos.

“Te aclaro que el traje protector es soportable por una hora, aunque en ocasiones lo he traído encima un poco más por necesidades de tratamiento y además, porque es muy difícil en medicina dejar un proceder a medias. Reconozco que el calor es insoportable, recuerda que todo el cuerpo queda cubierto, por eso sudamos mucho. Al terminar salgo hacia el área donde me desvisto. Allí está el mayor peligro, un error en ese momento cuesta la vida porque vienes de tocar los pacientes y estar en contacto con sus fluidos, el desvestido como el vestido, es supervisado por el otro y nos cuidamos y alertamos de cualquier detalle.

“Todo lo hago, al igual que mis compañeros, bajo cumplimiento de la técnica que aprendimos en la preparación que pasamos en Cuba y al llegar aquí. Luego voy a la zona de descanso donde me hidrato y repongo de tanta sudoración. Este mecanismo es diario, de ocho de la mañana a dos de la tarde, y de dos de la tarde hasta las ocho de la noche”.

—Relátame un día de descanso.

—Muy aburrido. Me levanto en la mañana a la misma hora, desayuno, me quedo en el motel, unos conversamos, otros escribimos en la laptop, o lavo alguna ropa sucia si la tengo. En la habitación es muy difícil mantenerse porque en  África hay mucho calor y al no tener energía eléctrica este se incrementa. Así estoy hasta la hora de almuerzo, me acuesto a reposar un rato, luego me baño, como; más tarde al tener corriente eléctrica me comunico con la familia, envío y recibo correos, hasta que llega la hora del sueño y a dormir. Así hacemos todos.

—¿Son adecuadas las condiciones de vida?

—Sí, las habitaciones tienen aire acondicionado, solo que se usan si hay corriente eléctrica, televisión y los servicios son sanitarios. El cambio de ropas de cama y toallas es frecuente, la alimentación es buena y variada; el agua y refresco son embotellados, lo cual disminuye el riesgo de adquirir infecciones del tracto digestivo u otras.

—A tu modo de ver, ¿cuánto han aportado ustedes a la disminución de casos de esa fiebre hemorrágica?

—Para serte sincero en cuanto a la profilaxis y manejo en la comunidad no hemos podido hacer labor alguna; el trabajo está concentrado en tratar a los enfermos que llegan al hospital, ya sea con Ébola o con otras dolencias concomitantes. La mayoría lo hizo a los cinco o siete días de enfermos ya con el virus muy extendido, pero logramos combatirlo, también a otros padecimientos como la malaria.

—¿Cuánto de provechosa ha sido para ti esta experiencia?

—Muy positiva desde el punto de vista personal y profesional. He aprendido, en primer lugar, a valorar sinceramente el Sistema de Salud en Cuba. Hay que estar aquí para darse cuenta de lo que tenemos y aunque a veces por cotidiano no lo apreciemos en su justa medida. Es sin lugar a dudas, algo inigualable. Esta es mi segunda misión, y en Venezuela, aun con la ayuda cubana, la solidez de su sistema de Salud dista del nuestro, no he encontrado otro igual.

“No hay una proyección comunitaria, por lo tanto la epidemia no puede controlarse completamente porque no se ataca en la comunidad. Si no se busca el mal, como se hace en Cuba, casa por casa, centímetro a centímetro, a cada sospechoso o enfermo, no es posible. Desde que llegamos aquí bautizamos al país como del 70 %. El 70 % no tiene acceso a esta sagrada asistencia, ni a la educación, ni a la corriente eléctrica, a la radio, a la televisión. De esta manera es imposible hacer labor profiláctica, educativa.

“Un gran número de los ingresados en estos centros son portadores de tuberculosis, Sida, malaria o paludismo; todos sin tratamiento médico y menos aún seguimiento por profesional alguno. Desde el punto de vista personal, quizá porque tengo hijos, es que estoy de acuerdo en la visión  que tuvo la dirección de la Revolución cubana de que solo viniéramos hombres. Hubiese sido terrible para las madres de nuestro país ver y vivir este cuadro.

“He aprendido que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, o en este caso, lo tiene lejos. Esa es la realidad”.

—¿Cómo es la relación con los profesionales de otras naciones?

—Son magníficas. Estoy en el hospital Maforki New, con una Organización No Gubernamental, la International Humanitarian Partner Ship (IHP), de nacionalidad norteamericana, con quienes trabajo diariamente, junto a enfermeros nacionales que se sumaron. En este país se habla el Creol y otras lenguas y dialectos, pero el idioma oficial es el inglés.

—¿Notas agradecimiento o indiferencia de los nacionales?

—El agradecimiento es palpable a nuestro paso por las comunidades, al trasladarnos en el autobús desde o hacia el hospital. Ya nos conocen y sienten que gracias a nosotros y los cuidados que les ofrecemos han fallecido menos personas. Por lo demás, la barrera del idioma y lo contagiosa de esta enfermedad hace que el contacto físico con los africanos sea casi nulo.

—¿Qué dirías a tus colegas en Cuba?

—Sé que esta barrera la hubiese traspasado cualquiera de ellos porque están preparados y capacitados, pero como nos tocó lo hacemos lo mejor posible para poner en alto el nombre de la patria, en primer lugar; y de la Medicina cubana, en segundo y fíjate, no solo la cubana, también la latinoamericana en general. Así nos dijo un representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS), un mexicano que visitó Sierra Leona, quien dijo: “Estoy contento porque ustedes representan a toda América Latina”.

—¿Has sentido miedo?

—Todos los días. No me avergüenzo de ello. Cuando dejes de sentirlo te descuidas y cometes errores. Al entrar a la zona roja es como si la muerte esperara por ti y tienes que cuidarte y evadirla, y si te confías te lleva. El miedo es un reflejo que me mantiene vivo.

 

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)   Fotos: Cortesía del entrevistado

Fotomontaje: Otilio Rivero Delgado

2 comentarios

Cuqui -

Hola Leosvel, amigo: ¡Qué sorpresa tan agradable el encontrarte por aquí!, la verdad no lo esperaba.
Eres bienvenido a mi blog, esta vez con tu comentario, ya en otra entrevista fuiste el protagonista de la historia muy vinculada con esta.
Sé cuánta preocupación traen consigo por el regreso a casa y todavía algunos casos de Ébola por allá, pero cumplieron y de qué manera.
Ahora seguirán otras personas a cargo de esa educación sanitaria que no se logra en días ni en meses, corregir costumbres y conductas es muy difícil, desgraciadamente es así.
Las familias de ustedes y el pueblo en pleno sienten orgullo de lo que han hecho, una obra gigante!!!! y sí, los esperamos con los brazos abiertos, ah!!!! mucho cuidado al apretar a tu bebita que aún no conoces y pronto tendrás en tus brazos. Otro beso para ti y un HASTA PRONTO!!!! así de grande!!!!

leosvel -

saludos mi amiga cuqui, me agrada nuevamente poder leer uno de tus artículos desde estas tierras de sierra leona, sabes que regresamos pronto a nuestra patria con la satisfacción del deber cumplido. la experiencia personal y profesional ha sido muy grande y como ha dicho mi compañero y colega hemos cumplido las expectativas al lograr disminuir el brote epidémico en este país hermano, nos hubiera gustado mucho irnos con su total erradicación pero desgraciadamente su sistema de salud y la cultura sanitaria y sus creencias religiosas conspiran contra ello. realmente después de 6 meses de estancia por aquí con el grado tan alto de riesgo nuestra familia y nuestro pueblo nos espera con los brazos abiertos. un beso y hasta pronto amiga