La sencillez hecha ciencia
Nota: Esta entrevista fue publicada en el semanario Adelante, de Camagüey, Cuba, el 15 de julio del 2000. El Profesor Dr. Orfilio Orestes Peláez Molina falleció el 17 de enero del 2001, en La Habana, a los 77 años de edad.
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El 17 de noviembre de 1923 Camagüey recibió a uno de sus mejores hijos. Ese día nació Orfilio Peláez Molina, así de simple, quien años más tarde se convirtió en el Doctor en Ciencias Médicas, especialista de II Grado en Oftalmología y Profesor Titular.
Por segunda ocasión entrevisté al doctor Orfilio Peláez, el Profe, como muchos galenos lo llaman con cariño y admiración.
A su modo de ver ¿cómo debe ser un científico?
“Un científico debe ser investigador por excelencia, tiene que partir de una base sólida si quiere llevar a cabo una idea y no descansar en el empeño. En mi caso, yo decía, hay que buscar, tengo que buscar un tejido propio de la persona afectada para trasplantárselo, porque evidentemente cuando este viene de otro ser son mayores los problemas éticos, de rechazo del organismo y otras cuestiones que atentan contra el objetivo”.
Usted es el responsable del tratamiento quirúrgico que detiene o mejora esa enfermedad que es la retinosis pigmentaria. ¿Cómo se le ocurrió este tipo de intervención quirúrgica?
“Siempre digo que mi mayor impulsor fue el hecho del suicidio de un amigo porque el médico —ante quien yo lo llevé— le recomendó se hiciera acompañar de un perro porque su ceguera era algo sin remedio. Eso me marcó y me comprometí conmigo mismo con el fin de investigar hasta el cansancio y evitar sucesos de este tipo. Aunque, debo habértelo dicho la otra vez que conversamos, hoy te lo repito, porque ese fue mi punto de partida. Todavía estudiaba entonces.
“Mi primer confidente fue mi esposa. La desperté en horas de la madrigada y le conté mi idea. Como trabajamos juntos, te digo que el tema de la retinosis pigmentaria está entre nosotros mañana, tarde, noche y madrugada.
“A partir de 1989 recibimos todo el apoyo necesario, fundamentalmente de nuestro Comandante en Jefe Fidel y surgió el Centro Nacional de Retinosis Pigmentaria y fíjate, ya en 1992 inauguramos el Internacional Camilo Cienfuegos, del cual soy su director”.
¿Se siente más trabajador que dirigente o más dirigente que trabajador? Conozco que usted es quien más operaciones realiza y también más consultas.
“Eso te da la medida que me siento más trabajador que dirigente y por ahí debían avaluarme. María Adela, mi esposa, actúa como mi jefa de despacho y resuelve muchos de los problemas”.
Usted es un Profesor por excelencia, ¿Ha entrenado a médicos extranjeros con este proceder?
“No. A médicos cubanos sí, a 54 en todo el país”.
¿Qué le preocupa hoy en día al doctor Orfilio Peláez?
“Cómo utilizar mejor nuestros centros de investigaciones. A veces un microgrupo dice tenemos tal o más cual línea de trabajo, otros por conciencia no realizan inversiones con ese fin porque tenemos donde tocar las puertas, pero allí puede que no haya tiempo de máquina para utilizar una computadora, y así todos esos tropiezos frenan esas investigaciones.
“Nuestras investigaciones las realizamos en el Instituto nacional de Angiología en aquel entonces, y mi casa se convirtió casi en un laboratorio, tenía que profundizar en la anatomía del ojo, con determinados animales. Mi esposa me apoyó en todo aquello.
Pasados estos años ¿se siente realizado?
“Yo te diría que no, es muy difícil que un científico pueda sentirse realizado. Mientras no obtenga algo, participe o contribuya a la cura de esta enfermedad no lograré esa satisfacción porque el trabajo está incompleto”.
¿Cómo se comportan los resultados de sus intervenciones?
“Siempre el número de pacientes cubanos supera a los extranjeros, pero en ambos casos el 75 y el 76 por ciento mantienen estable la patología, del 15 al 17 por ciento mejoran su estado, y del 8 al 9 por ciento sigue el curso de la enfermedad. Como ves mejora la calidad de vida de los enfermos en número mayor sobre aquellos que no resuelven”.
¿Continúa operando cotidianamente?
“Las veces que sean necesarias, paso muchas horas en el salón y los días de mi cumpleaños opero también, ese es el mejor regalo que me hago yo mismo, mis compañeros me retratan en esa fecha, allí en mi faena quirúrgica”.
¿Por qué fue usted uno de los trece oftalmólogos que se quedaron en Cuba al triunfo revolucionario?
“Por principio, conciencia y por la formación de mis padres. De ellos aprendí la ayuda al prójimo, el extenderle la mano, ser solidario, sin esperar recompensa alguna, a pesar de ser una familia acomodada, y qué es nuestra Revolución si no es eso, por tanto, abracé su causa”.
¿Le han propuesto quedarse en algún otro país?
“Sí, cómo no. Ya no me lo proponen, pues saben que es algo imposible”.
Tiene una familia muy bonita…
“Sí, de mi esposa ya sabes, me acompaña en todo. Tengo tres hijos. Una es especialista en Medicina Interna, otro es Gineco-obstetra, y el otro es periodista y me han dado cinco nietos. Me siento muy bien con mi familia, es vital para mi vida”.
¿Practica algún hobby?
“Me encanta el trabajo en la agricultura, recuerda que nací en la Finca Arroyón, de Magarabomba, actualmente del municipio Carlos M. de Céspedes, de Camagüey, por eso ocupo algún tiempo en el jardín de mi casa, así recuerdo mi terruño en mi propio jardín”.
Si volviera a nacer ¿qué haría?
“Volvería a transitar por mi mismo camino, me enfrentaría a los obstáculos ya vividos, a todo, todo, con un poco más de experiencia, yeso es ventajoso. No me arrepiento de nada”.
¿Cómo se siente ante la queja de un paciente?
“Me molesto, me irrito mucho, me descompenso. De inmediato exijo una respuesta. Muchas veces esto ocurre por falta de una buena comunicación entre el personal de la Salud, los pacientes y sus familiares, y eso es inaceptable, el paciente merece respeto y ser debidamente informado”.
En 1997 había recibido la condecoración y medalla Carlos J. Finlay, y era Héroe del Trabajo de la República de Cuba, después de ese año, ¿recuerda otros estímulos?
“Recibí un homenaje en la Academia de Medicina de Cartagena de Indias en Colombia, también estuve en la Universidad de la Sapienza de Roma, por mi lucha contra la ceguera. Aquí en Cuba me entregaron el Escudo de la Ciudad de Santa Clara, y soy Hijo Adoptivo de la de Camagüey”.
¿A qué recursos atribuye lo logrado por usted hasta hoy, que lo han hecho merecedor de pertenecer a la Academia de Ciencias de México, a la Sociedad Ergoftalmológica Española, a la Sociedad Mundial Ergoftalmológica…?
“Sin la menor duda, al sacrificio y la consagración, esas son mis armas más preciadas”.
Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)
Fotos: Otilio Rivero Delgado
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