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Sonrisa que no engaña

Sonrisa que no engaña

Un buen día recibí un correo donde en breves palabras me contaban una linda y sensible historia de vida, sí de vida porque ese fue el resultado: devolverle a Karelys Abelarde Hernández, residente del municipio camagüeyano de Vertientes, una existencia lo más acorde posible con sus cortos 18 años, al recibir el 12 de octubre último un trasplante de riñón.

El Dr. Raúl Romay Buitrago, especialista de II Grado de Angiología y Cirugía Vascular, jefe de ese servicio en el hospital universitario Manuel Ascunce Domenech de esta ciudad, y coordinador de los accesos vasculares y cirujano vascular del Grupo Territorial de Extracción y Trasplante Renal-Camagüey y Profesor Instructor, me escribió entonces: “Cuando la conocí (al referirse a Karelys) a los 15 años estaba ya en diálisis peritoneal, pero su peritoneo comenzaba a dar signos de agotamiento. Sus Nefrólogos me la remitieron para que fuera evaluando su árbol vascular, con el pensamiento de realizarle un acceso vascular para hemodiálisis.

  Fue entonces que pudo comenzar con las hemodiálisis y así se veía tres veces por semana.

“Meses más tarde —añadió— fabriqué su fístula arterio-venosa que comenzó a usar muy pronto y que fue su línea de vida por casi dos años, hasta que llegó su día feliz. Cuando extraía el riñón de un donante pensé en ella, por su tamaño y características y a la vez me decía: ‘no depende de ti, será para quien le corresponda’.

“Como una suerte de vida ella era la primera en la selección y horas más tarde pude trasplantarla sin contratiempos…ahora ríe y da gracias a tantas gracias. Para los que hacemos este trabajo, tan complicado y con tantas dificultades, incomprensiones... madrugadas sin dormir…y hasta quienes nos dicen: ‘ustedes están locos’, resultados como estos son los que nos dan fuerzas para seguir y recordar que sí vale la pena”.

Me alegré con este mensaje, pero no quedé conforme hasta conocer a Karelys. Un sábado, sin previo aviso toqué a su puerta vertientina y le interrumpí su desayuno. Esperé con paciencia pues Nilda, su mamá, era incapaz de apurarla, sus horarios son inviolables y la alimentación ni se diga, es como un pichoncito a quien su madre da de comer y cuida en extremo.

Esperaba ver a una muchacha nada risueña, quizás, cabizbaja. Pensé muchas cosas, pero al verla frente a mí dispuesta a responder mis preguntas y con una sonrisa “dieciochoañera” me dije: Ella es feliz, no hay dudas.

Enseguida comenzó: “Estudiaba en la Escuela Vocacional Máximo Gómez Báez, en Camagüey cuando comencé a sentirme algunos problemas por los cuales me ingresaron en el hospital de allí. Me chequearon y remitieron al hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña, donde me descubrieron lo que tenía: una insuficiencia renal crónica. Por ese motivo me hacían diálisis diarias allí hasta que pasé a las tres hemodiálisis por semana durante dos años y dos meses, con vista a esperar el riñón ideal para serme trasplantado”.

—Luego del trasplante ¿cómo ha sido tu vida?

—Volví a ser la misma, aunque, claro, soy más responsable. Me siento muy bien y me cuido, pero quiero agradecer a los doctores Romay, José Luis, Francisco Ávila y Betsy Bell, especialistas en Nefrología y a la doctora Iamara Castro, residente en esa especialidad; a las enfermeras de Hemodiálisis, al personal de limpieza, a todos aquellos que en el Centro de Nefrología del hospital Manuel Ascunce me cuidaron tanto.

—¿Perdiste la posibilidad de seguir estudiando?

—No, qué va. Ahora terminaré el grado 12, me hacían las hemodiálisis y yo seguía estudiando. Solo perdí un año.

—¿Cuál es tu aspiración como estudiante?

—Estudiar Medicina aquí mismo en Vertientes y trabajar en mi municipio. Eso es lo que más deseo, siempre me gustó esa carrera, pero ahora más todavía, después de estar tanto tiempo en hospitales. Ojalá pudiera ser médica y enfermera a la vez. Salvar vidas como sucedió conmigo es algo muy especial.

Acompañada de sus padres y de Dieguito, su sobrino.

Nilda y Marino, ama de casa ella, trabajador de la industria azucarera él, los padres de Karelys expresaron un agradecimiento infinito a todos y ante la interrogante de si hubieran vivido en otro país respondieron: “No queremos ni imaginarlo”.

A lo que Karelys, una de los cuatro hermanos, dos hembras y dos varones, agregó: “Aquí nací y aquí me quedo”, con un orgullo tremendo de ese pueblo a unos 29 kilómetros de la cabecera provincial.

Ella quiso mencionar cómo sus compañeritos se ocupaban de ella, en especial Dianisley Lumpuy, quien ahora estudia Medicina y estuvieron juntas desde Preescolar.

Ya de regreso recurrí al Dr. Romay. Él está complacido con la evolución de Karelys y recordó a su equipo de trabajo, ese que es imprescindible para lograr victorias así, como son: los doctores Ariel Valerón y Abel Ruiz de Villa, ambos especialista en Cirugía General y de Trasplante y Pedro Julio Hernández, especialista en Anestesiología y Reanimación, la Licenciada en Enfermería Bertha Ortega y el enfermero Alberto Milanés.

Suman 499 los trasplantes renales en el hospital citadino, desde que se efectuó el primero con éxito en abril de 1978. Durante el 2011 se han realizado 13, pudieron ser más; no obstante, la carencia de órganos lo impidió, no por negativa de los familiares de donantes, sino porque los servicios de urgencia médica y de politraumatizados elevan la supervivencia de sus enfermos.

El Dr. Romay añadió que en varios países de Latinoamérica un trasplante de riñón le cuesta al paciente unos 30 mil dólares y en otras naciones entre 80 y 85 mil dólares.

Aquí el Estado cubano asume los gastos de un paciente antes de ser trasplantado que es de alrededor de 18 mil dólares anuales, mientras después del injerto y por el tratamiento con inmunosupresores (medicamentos del primer mundo) supera los 10 mil dólares al año, claro, con la oportunidad de insertar a esa persona a la sociedad. El Programa de Trasplante Renal de Cuba es el mayor de la región de Centroamérica y el Caribe, y ocupa un escaño digno entre los de América Latina.

 

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona

Fotos: Cortesía del equipo médico y de Otilio Rivero Delgado

Corrección: Oriel Trujillo Prieto                 

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