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El médico más útil dentro de la población

El médico más útil dentro de la población

En aquel entonces ni siquiera podía soñar con ser Médico de la Familia, me había formado en una rotación puramente hospitalaria, y un internado vertical en la especialidad de Pediatría, en el que si concursaba era muy probable hubiera podido tener la dicha de conseguirlo. Eso me conmocionó, al extremo que pensé no me sería posible llevar a la práctica lo que nos pedían. Esa es la realidad”.

Así comenzó la conversación con la doctora Alina de la Paz Carmona, médica de la familia desde sus inicios hace 30 años y a partir del 1ro. de diciembre de 1988 en el consultorio No. 6 en la barriada de La Caridad, de la ciudad de Camagüey, Cuba. Siempre con horario de consultas, pese a otras responsabilidades, y con algún residente. Desde agosto del pasado año está todo el tiempo aquí, y solo comparte espacios con ultrasonografías.

Pero desde el primer día —añadió— que comencé a trabajar, el 22 de octubre de 1984, y atendí a mi paciente número uno, me sentí necesaria, me sentí útil. Comprendí que ser médico es ante todo, una profesión que se siente, por vocación. ¿Qué cosa fue para mí muy difícil? —se preguntó—, el llevar a la vez elementos de la medicina que nada tenían que ver con mi formación, y era la atención preventiva, muy lejos de lo aprendido en las aulas y hospitales, la atención de promoción de salud, que tampoco tenía relación y en aquellos momentos no había mucha experiencia profesoral en ese sentido.

Otra cosa muy difícil era el marco contextual en que nos íbamos a relacionar: un hogar, un barrio, en contacto directo con la población todo el tiempo, pero quizás esa misma comunicación con la familia, con la comunidad, ese intercambio continuo, esa necesidad de ayudar, de ser aceptado fue el acicate principal que me hizo superarme cada minuto, cada instante y tratar de incorporar todos aquellos conocimientos hacia la ginecobstetricia y la medicina interna que habían quedado un poco dormidos en mí desde el cuarto año de la carrera”.

¿Cómo consiguieron formarse entonces?

Con los primeros profesores a los cuales debo un respeto y una consideración especial. Algunos se han jubilado y otros han muerto; solo se mantiene trabajando el Dr. Claudio Abreu, especialista en Medicina Interna. Todos con esta misma intención y esa voluntad trataron de superarse y así ayudarnos y contribuir a nuestra formación. Si pienso hacia atrás, en estos 30 años transcurridos, me doy cuenta de que fueron verdaderos paradigmas para nosotros, y en lo que a mí respecta traté, al menos, de parecerme a ellos.

La atención secundaria es vista como lo máximo en la medicina y las fundadoras como usted, que son pocas, han roto con este esquema, ¿qué puede decirme al respecto?

Atender a la población, lograr que fuéramos aceptados debía estar directamente relacionado con nuestra capacidad y posibilidades diagnósticas. De ahí que la superación era un reto para demostrar en la comunidad de lo que éramos capaces. No se pudo lograr con el primer paciente, pero no creo que lo hayamos alcanzado en el número cien, porque fue una magia que fue envolviendo nuestro trabajo en el trascurso de los días.

Esos primeros cuatro años de mi formación como médico y me hice especialista en la comunidad donde trabajé, en el reparto La Zambrana, en lo que es el consultorio número Uno, sembraron en mí bases muy sólidas de la medicina familiar y consideré que el equipo básico de salud en el diagnóstico, en la consecuencia de la enfermedad y su riesgo para la vida, en la aceptación ante los eventos difíciles como es la muerte, de cualquier tipo de enfermedad terminal o la felicidad de la llegada de un recién nacido, o incluso, el deterioro producto de la edad y los fenómenos que la acompañan nos permitieron una interrelación tan mágica, reitero, con la comunidad y los pacientes, que cambió el modo de enfrentarnos a esto tan necesario.

Tuvimos la posibilidad de inaugurar uno de los primeros círculos de abuelos, demostramos que podíamos realizar ingresos domiciliarios y todo este tiempo nos permitió, de una manera adecuada lograr que la comunidad respetara nuestro trabajo.

El tiempo ha pasado y cada persona que recibo de esa comunidad me recuerda con entusiasmo, agradecimiento, incluso, algunos que no conozco ya porque son nietos de los que atendí y ahora he tenido que ver con ellos por otras funciones dentro de la medicina, me reconocen y hablan como si me hubieran tratado y esa es la mayor magnificencia que he sentido, pues se ha demostrado que esta especialidad, si se hace con conocimiento, dedicación y entrega es como mismo lo soñó Fidel, el médico más útil dentro de la población, porque es el que está de verdad a la cabecera del enfermo y al lado de sus penas y de sus alegrías”.

¿Desde el punto de vista de la capacitación?

Empezamos, digo así porque éramos un grupo, a superarnos desde el primer día, vivimos una revolución dentro de la medicina, tuvimos la posibilidad de ser docentes sin ser especialistas y formamos a los primeros médicos que nos siguieron, de cursos, incluso, muy cercanos al nuestro. Inmediatamente que nos hicimos especialistas, ya siendo docentes, nos fuimos categorizando, nos superamos en la investigación, armamos los consejos científicos de todas las unidades asistenciales que se formaron posterior a nosotros y de esta manera, evaluando y promoviendo a los educandos en aquella etapa.

En mi caso, he pasado por todas las funciones que desde aquí la Salud Pública ha puesto en el camino. Durante un tiempo hice de Pediatra; durante 15 años fui jefa de un grupo básico de trabajo como otros compañeros, y recibí todos los cursos de superación que pude. Concursé en el diplomado de Imagenología, en las relacionadas con la atención materno-infantil, con ultrasonografía, partes blandas y me mantengo con mucha satisfacción para mí, porque fue un mundo nuevo que descubrí hace ochos años y es maravilloso y útil, sobre todo para el servicio de genética.

Por otra parte, la Maestría en la Atención Integral a la Mujer me dio la posibilidad de perfeccionar aún más mis conocimientos acerca de la salud reproductiva, tanto de la adolescente, de la pre pubertad, de la mujer, y de la adulta mayor y he sido capaz de preparar a las promociones posteriores a las mías. Me gusta la investigación y ayudo a mis compañeros en este campo porque para mí el médico que no investiga no se preocupa por lo que sucede a su alrededor y vive al margen de la realidad. Soy especialista de 2do. Grado en MGI, Máster en Atención Integral a la Mujer, y Profesora Auxiliar.

Hago ultrasonidos en dos frecuencias semanales en un área de Salud, en la policlínica que me corresponde, la Ignacio Agramonte, y también suplencias en las que sean necesarias. Ahora cubro horario parcial en la policlínica José Martí (Centro). Lo importante es que nuestras embarazadas no se atrasen en sus estudios genéticos, tan importantes para diagnosticar precozmente cualquier malformación o anomalía”.

Indicadores fundamentales en su área.

Atiendo una población de 1 067 habitantes. No tenemos mortalidad materna ni infantil. Sí han fallecido cuatro adultos por enfermedades malignas, la primera causa de muerte en nuestra policlínica, en la provincia y el país.

¿Goza de buena salud el Programa del Médico y Enfermera (o) de la Familia?

Sí, y no va a morir nunca, porque la concepción por la cual se creó es una de las más humanas de la medicina. Uno debe permanecer al lado del enfermo y para lograrlo tiene que estar donde surge la enfermedad y es en la comunidad. ¿Qué hay que alcanzar con la medicina familiar? Dedicarle mucho más tiempo a la verdadera atención clínica. El médico y el enfermero estar junto al paciente, para orientarlo, educarlo, atenderlo y destinar todos nuestros esfuerzos a mejorar la calidad de los servicios para satisfacer sus necesidades y simplificar la parte burocrática de la especialidad que la ha convertido en algo muy difícil, hasta para mí que trabajo con un licenciado en Enfermería, un docente, con grandes habilidades y domina perfectamente la labor con la comunidad. Es muy bien aceptado por esta.

Nosotros no miramos el reloj, no tenemos horas para terminar, si es tiempo de almuerzo o de merienda. A veces nos preocupamos uno del otro porque ni siquiera hemos ido a tomar agua. Llega la noche y actualizamos documentos. Es muy difícil porque a veces dejamos de lado nuestro hogar, nuestros hijos.

En particular en esos momentos tan difíciles de epidemias de dengue y diarreas tipo cólera nos hemos dedicado a los controles para incentivar la participación comunitaria. Si algo no hemos logrado es el sentido de responsabilidad de la comunidad por ella misma, que se cuide”.

LA DOCTORA DEDICÓ UN APARTE PARA SU ENFERMERO.

Mi enfermero, mi amigo, se llama Carlos González Tagle, tiene 30 años de servicio en salud; primero como técnico en enfermería, luego licenciado y como especialista, es Profesor Asistente, Master de Atención Integral a la Longevidad Satisfactoria. Trabajó mucho en la hospitalaria y eligió un día la Atención Primaria y fue capaz de adaptarse de una manera extraordinaria al trabajo de la comunidad.

Tiene un carisma muy particular para llegarle a las personas, tratarlas y conducirlas y de apoyarlas en los momentos difíciles, de hacerlas reír hasta en momentos de dolor. Es excepcional como ser humano y profesional de la Salud. Disfruto de un equipo básico de salud en correspondencia con las necesidades de la comunidad”.

¿Se siente realizada?

Sí, estoy satisfecha y lo que me falta es lo que no he querido hacer y lo que me queda por aprender es lo que todavía debo estudiar y mientras me sienta capaz, útil, necesaria voy a seguir adelante. Hace unos días una paciente me hizo sonreír. Me dijo: “Doctora, vengo con usted porque es médico de una sola receta”. Eso nunca me lo habían dicho y de momento no le di importancia, pero al rato me dije: Parece ser que me lo he ganado. Y esa es la mayor satisfacción que como médico puedo recibir, como docente no hay un instante de mi vida que deje de ser profesora, ni siquiera con mis propios pacientes porque no puedo tratar a un enfermo sin explicarle lo que tiene, cómo hacer para mejorar su salud o recuperarla.

Con las generaciones que me ha tocado formar nunca me he alejado de la docencia porque hasta en los momentos de exámenes trato de hacer el proceso docente, instructivo para que aprendan y sepan todo lo que les queda por saber y nunca dejen de estudiar para ser buenos profesionales”.

¿Sufre, como persona, al lado de sus pacientes?

Sí, me ha costado mucho trabajo despersonalizarme, que es como lo llamamos en medicina. Me duele diagnosticar enfermedades con malos pronósticos y nunca me alejo del dolor humano. Así y todo he creado los recursos a mi manera para tratar de ayudarlos hasta los últimos instantes y me parece que lo he hecho de la mejor manera a mi alcance.

¿Tiene antecedentes familiares en la medicina?

Y sucesores también. Mi hijo Frank Ernesto es médico y está en Venezuela. Mis dos hermanos los son y uno de ellos se encuentra en Brasil. Mi otra hermana, ya jubilada, era profesora.

Un consejo para las nuevas generaciones…

Que no vean la medicina familiar como un castigo o como algo transitorio, que amen el trabajo con la comunidad y encuentren más allá de los papeles y documentos, esa parte escondida que es ayudar al paciente. El único lugar que lo pueden conseguir, el único espacio y el único instante es aquí. No olviden que en este sitio nace el ser humano, se forma, crece, llega a su adultez, se incorpora a la vida y finalmente muere.

¿Ha aprendido Alina a ser confesora?

Tenemos que serlo. Hay que escuchar a las personas, saber dar un buen consejo y saber callar, respetar los silencios de los demás y, sobre todas las cosas, sus secretos. Esa es la llave de la confianza y de que los seres humanos lo elijan a usted. Si uno pierde esa confianza deja de ser el médico de esa comunidad aunque siga allí.

Sirva de reconocimiento esta modesta entrevista a los trabajadores de la Salud cubanos, y a la Medicina Latinoamericana, en especial a los médicos y enfermeras de la familia, a quienes ha sido dedicada la Jornada de celebración, desde 8 de noviembre y hasta 3 de diciembre, fecha de nacimiento del científico e investigador Carlos J. Finlay, nacido en la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey, hace 181 años.

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona.

Foto: Otilio Rivero Delgado

2 comentarios

Cuqui -

Espe, amiga: Ya te había extrañado. Ojalá estuvieras perdida por cosas buenas.
Gracias por lo que dices, sé que lo haces con todo tu corazón.
Tú también llevas una buena parte en estas felicitaciones. Ese fue tu sector por mucho tiempo y de vez en cuando me inyectabas por mis migrañas, ¿te acuerdas?
No lo olvido!!!!
Te felicito igual mis besotessssss!!!!!!!

Esperanza Manresa -

Como siempre mi querida amiga, un trabajo periodístico impecable, llevo días perdida por causas ajenas a mi voluntad amiga pero Esta vez necesito en tu propia página felicitarte a ti amiga porque eres un pilar importante dentro la salud camagueyana, yo diría q la vocera de salud, la periodista de salud mas brillante sin temor a equivocarme por tus trabajos y el amor con q lo haces y la sencibilidad humana q manifiestas en cada una de tus entrevistas, crónicas, por eso no puedo dejar pasar por alto este dia internacional de la medicina latinoamericana para darte una enorme FELICIDADES AMIGA desde lo mas profundo de mi corazón aburrrr