Blogia
CuquiSalud

Valientes anónimos, pero imprescindibles

Valientes anónimos, pero imprescindibles

Quienes lean sobre Eliecer Ruiz Corvea y Onelia Expósito Gutiérrez; él, fundador de la Escuela Vocacional Máximo Gómez Báez con apenas 22 años, y ella profesora de allí y desde muy joven, creerían que el tema versará sobre sus experiencias, que, además, bien merecido lo tienen. Él, profesor de Física (Pipo por su alumnos); ella de Español y Literatura, y con 43 años de un lindo matrimonio por el que se disputan quién merece la medalla de oro.

Ambos atesoran tres pasiones: esa “Vocacional”, su hija Yulién, y su nieta Annalieth, quien con dos años y medio quedó bajo el abrigo de estos abuelos porque los doctores Yulién Ruiz Expósito y Carlos Enrique Arévalos Tan (padre de la niña), especialista de 1er. grado en Medicina Interna y de 1er. y 2do. grados en Medicina Intensiva y Emergencia del Adulto, Máster en Urgencias Médicas marcharon a cumplir su segunda misión internacionalista, esta vez en Bolivia. Antes estuvieron en Venezuela. “Ella partió a ese país con 22 años, dijo Onelia, casi acabada de graduar y fue difícil, es nuestra única hija y nunca nos habíamos separado. Allá estuvo cuatro años. Cuando regresó ya traía un año de su especialidad, que es Anestesiología y Reanimación, porque la tenía otorgada desde antes de salir.

Aquí terminó su especialidad, en el hospital universitario Manuel Ascunce Domenech, se casó y después de tener la niña comienza en el hospital oncológico Maria Curie, y allí le llega la misión para el Estado Plurinacional de Bolivia, ya su esposo estaba allá, y en mayo, un día de las madres, salió, era una separación doble y aunque el Día de las madres es todos los días, siempre la tradición impone sentimientos especiales”.

Onelia y Eliecer no encuentran las palabras oportunas para definir cuánto pasaron por los sucesos ocurridos en Bolivia tras el golpe de Estado cuando los médicos cubanos fueron expulsados de ese país por el gobierno de facto. “Cuesta revivir ese suceso”, dijo la madre y confesó su incapacidad de describir sus miedos y sus inseguridades. El padre confirmó el gran orgullo y veneración que siente por su hija y dice no importarle que los enemigos denominen a los médicos cubanos como esclavos porque ellos no son capaces de valorarlos en toda su dimensión. “Admiro en ella y en mi yerno, el apego a los principios de servir a otros”.

Estos tiempos vuelven a tornarse difíciles, no solo por la lejanía, sino también por la pandemia de la COVID-19. Ahora están en, Luanda, Angola, —epicentro de la pandemia en ese país—. Se mantienen en el hospital Barra do Kwanza, como parte de la Brigada Henry Reeve, razón por la que Onelia asegura: “Ahora asumimos de nuevo el cuidado de la niña, apareció esta situación sanitaria y los dos son médicos, responden a una carrera muy comprometida y nosotros, los abuelos, no solo tenemos que cuidar a la niña, sino educarla a la vez, inculcar los valores sin mamá y papá, no es fácil, pero lo logramos.

Y sí me siento orgullosa de mi hija, hasta deseos de llorar me dan, es una profesional realizada porque sé le gusta lo que hace y eso es lo principal, lo hace con amor y entrega, y lo mismo digo de su esposo, los dos aman su profesión, cuando nos comunicamos y están en zona roja con algún paciente grave se esmeran como si fuera su propia familia y al terminar la semana sin fallecidos los hace sentirse complacidos, esa es la lucha de ambos y así cumplen el ciclo de trabajo, se protegen y se evitan los contagios”.

El padre dice con orgullo: “Mi hija, como profesional y miembro del Contingente Henry Reeve, lleva la salud a los más necesitados, ella siempre ha dado el frente, y a esa farsa del imperio de que los médicos cubanos son esclavos, le decimos con todo el honor que nos asiste que esa ofensa no nos hiere porque quienes tienen que reconocerle lo que hacen son los pueblos, los más desfavorecidos; ellos realizan lo que esos gobiernos no han sido capaces de hacer ni con su propio pueblo, donde da pena y vergüenza que un país tan desarrollado como los Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, solo se dedique a la política, a agredir a otros, a sus intereses económicos y no a proteger la salud de sus habitantes”.

Y agregó: “Me siento satisfecho, ella como persona mantiene relaciones magníficas, y ese es el eslabón fundamental de un médico, ser sensible y humana, vive orgullosa de su profesión y por sus principios es capaz de ir al lugar donde la necesiten porque está formada en este país, bajo la égida de Fidel”.

Ella se hacía la desentendida de las fotos.

Ambos reconocen que la misión de los padres de Annalieth frente a la COVID-19 en un país del continente africano es fuerte y arriesgada, pero se sienten seguros de la capacidad de los dos como profesionales y están serenos porque no solo sabrán protegerse y regresar sanos, sino con la satisfacción de contar con muchas personas sacadas de las garras de la muerte, además, tienen referencias de que las medidas de seguridad adoptadas son óptimas y que los sus homólogos angolanos mantienen una estrecha relación con ellos

Por todo esto y más estos abuelos-papás valientes e imprescindibles cambiaron un tanto una de sus pasiones. Ahora son profesores de la Escuela Pedagógica Nicolás Guillén. Están cerca de casa y pueden dedicarse más a la pequeña Annalieth y, además, aseguran los dos que harán todo lo posible por lograr de cada uno de sus alumnos al maestro apasionado que se necesita.

La familia de Yulién es solo una de las tantas que en Cuba están prestas a ayudar a sus hijos y nietos, pero de la misma manera contribuyen a que en este país y en otros los enfermos sientan una mano amiga. A los que han marchado a otros lares o se han puesto a disposición de los enfermos aquí han sido calificados como Valientes, y con razón, quienes para lograrlo necesitan, a su vez, de otros con la misma valentía para asegurarles la retaguardia, es por eso que hacen suya esa frase de Mario Benedetti: “Si el corazón se aburre de querer para qué sirve”, en ellos y muchas cubanos hay mucho corazón, hasta para ofrecer.

Annalieth al recibir el periódico Adelante impreso del sábado 8 de agosto, besó a sus padres y le decía a sus abuelos: "Mamá y papá con la bandera cubana"

Por Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)

Fotos: Alejandro Rodríguez Leiva

0 comentarios