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El “Manuel Ascunce” se ilumina y vislumbra la esperanza

El “Manuel Ascunce” se ilumina y vislumbra la esperanza

Días difíciles nos han tocado los corazones, y me refiero a los de todo el mundo. Unos, los más “fuertes” porque dependen de una economía casi a prueba de todo, han padecido de una lasitud que quizá ni imaginaron. Otros, más acostumbrados a enfrentar los avatares de naciones empobrecidas, bloqueadas o con sus recursos explotados por “extraños”, lo sienten, lo padecen más.

Es muy difícil que un ser humano cualquiera esté ajeno a esa feroz pandemia COVID-19 de la que no cesamos de oír, hablar e inquietarnos por tantas malas noticias. Es muy difícil que alguien mantenga su memoria vacía de recuerdos relacionados con su salud y de quienes les han curado sus heridas físicas y hasta las del alma.

En cada centro asistencial de la Salud Pública cubana y a nivel internacional se han vivido a través de los años momentos límites; en la actualidad la grave situación atañe a todos a la vez, se me antoja como una guerra sin armas de fuego. Mas, como los seres humanos llevamos encima una “coraza” —no sé de qué, pero la llevamos—, buscamos el modo de asirnos con manos y dientes para seguir con nuestras existencias.

Los artistas no han cesado de llevar su arte a través de los medios de comunicación, de las redes sociales, siempre con un aura de esperanza, los maestros se han multiplicado para que niños y jóvenes continúen sus aprendizajes desde sus casas, y ¿qué decir de los trabajadores del sector de la Salud?

Ellos trabajan sin descanso a riesgo de sus propias vidas; unos al lado de personas contagiadas, sospechosas o bajo vigilancia; otros, en su día a día con el peligro igual por ser esta una enfermedad que no se ve y a veces no se siente hasta que ya ha sido esparcida a quienes rodean al enfermo.

Quienes visten batas blancas en Cuba todos los días se caracterizan por su entrega, su solidaridad, su humanismo y algo no menos importante: su humildad.

¿Cómo imaginar siquiera que en momentos así el colectivo de un hospital que está entre los cinco más grandes de Cuba, con sus 2 207 trabajadores, de estos 674 médicos, 557 personal de enfermería, 64 tecnólogos de la Salud, sin obviar los más de 140 que ofrecen sus servicios en más de 35 países, la mayoría con la COVID-19 como la espada de Damocles, iba a hacer un lindo homenaje al pueblo, a ese que les aplaude cada noche a las nueve para agradecerles y también a quienes integran la Organización de Pioneros José Martí y a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), por sus aniversarios 59 y 58 mañana 4 de abril?

Directivos, trabajadores, familiares y los ingresados aptos para hacerlo (estos últimos desde los balcones), aplaudían a las 9 de la noche, como gesto de agradecimiento al pueblo cubano que tanto les agradece.

Ese hospital, que de todos los clínico-quirúrgicos del archipiélago cubano registró la cifra más alta de intervenciones quirúrgicas al cierre del 2019, con 27 mil 463, ese se iluminó hoy a las nueve de la noche con su nombre: hospital universitario Manuel Ascunce Domenech, fue una noche diferente, de emociones, de recuerdos y sobre todo, de agradecimientos de los unos a los otros, algo que caracteriza al buen cubano y que sin conocerse le tiende la mano al más necesitado en tiempos espinosos.

Esta muestra de sencillez de tantos provoca que volvamos la vista hacia la esperanza de regresar a la normalidad, a la de abrazarnos de verdad y a la de besarnos de verdad, que pensemos de nuevo en cosas que ya no nos eran importantes, en mi caso que dejó de interesarme que nací en una linda ciudad, pero sin mar, ahora lo he recordado de una manera más profunda e intensa, he vuelto a fijarme en las nubes y en sus formas, en los diferentes verdes de la naturaleza...Gracias a ese colectivo que nos ha dado tanto!!

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona

Fotos: Alejandro Rodríguez Leiva/de Adelante



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