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Miguelito y su don de hacer el bien

Miguelito y su don de hacer el bien

El 13 de diciembre del 2019 publiqué esta entrevista con el Dr. Miguel Emilio García Rodríguez, alguien a quien admiro. La retomo porque es la mejor manera que encuentro para homenajearlo. Hoy lo despidieron de su hospital universitario Manuel Ascunce Domenech porque se nos va de Camagüey. A él le dije y digo aquí que lo extrañaremos mucho, suerte de quienes contarán con su talento y éxitos para él; y como siempre le digo: Nunca dejes de operar.

 

 

Hace apenas unos años conocimos al Doctor en Ciencias Médicas Miguel Emilio García Rodríguez, ese que además es Máster en Urgencias Médicas, Profesor e Investigador Titular, y especialista de 2do. Grado en Cirugía General y en Administración y Organización de Salud. Con esos logros profesionales, más su apariencia que impresiona, llegó a dirigir el hospital universitario Manuel Ascunce Domenech, de esta ciudad. No supimos qué juicio certero hacernos de él, solo el tiempo y la profesión nos posibilitaron conocer sobre su vida, la que nunca imaginamos a primera vista.

Nací el 28 de abril de 1964 en la antigua Colonia Española de esta ciudad, hoy hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña, y a las 48 horas me trasladaron para Nuevitas, de donde eran oriundos mis padres, sobre todo por parte de mi papá, porque mi abuelo materno vino de España en la época de la Guerra Civil Española.

Así comenzó nuestro diálogo y agregó:

Por parte de mi papá la tradición era ser pescador y práctico del puerto, y por la vía materna mi abuelo, de empleado de una tienda y con mucho trabajo y esfuerzo logró tener sus propios negocios y tierra, era muy perseverante. Tuve una infancia muy normal en Nuevitas, en ese sitio he pasado mis mejores y peores tiempos. Mi padre era muy querido y según oí siempre muy buen práctico en el puerto, incluso fue el encargado de todo el movimiento de los barcos a la entrada y salida para Angola, en tiempos de la guerra.

Acerca de mis peores momentos me refiero a que en el 1976 mi madre falleció debido a una hemorragia subaracnoidea, al parecer por una malformación vascular intracerebral, de esa época que aún era un niño, recuerdo al Profesor Oliverio Agramonte Burón, gran cirujano aún en activo y que fue muy especial en lo relacionado con mi mamá. Su muerte me marcó para siempre, ella decidió quedarse a vivir en Cuba, pero toda su familia marchó a los Estados Unidos. Al faltar ella mi padre asumió el doble rol, pero confieso que mi madre me hizo mucha falta cada minuto de mi vida. Ella y su familia eran muy católicos y así nos crió a mi hermana y a mí, al morir ella nunca más fui a la iglesia, tenía apenas 12 años y no entendía cómo si yo era tan bueno cómo era posible me la llevaran así. Todo eso causó disturbios en mi vida.

¿Dónde cursó sus estudios y cómo llegó a la Medicina?

Los primarios y secundarios transcurrieron en Nuevitas, el preuniversitario lo realicé en Sierra de Cubitas. Mi inclinación era ser Ingeniero Naval, parece que por la influencia del entorno; sin embargo, el deseo de mi papá no era ese, él quería que fuera médico. En mi juventud fui uno más, me comportaba como la media de esa época y seguía con mi empeño de esos estudios, para lo que había que salir del país, en los entonces países socialistas. Sobra decir que mi padre estaba negado rotundamente, y la Medicina no era que me desagradara, pero no la tenía en mis planes; no obstante, por complacerlo a él cambié la carrera, fui de la media, nada descollante. Él fue admirador de los médicos y era amigo de varios, entre ellos del Dr. Bárbaro Armas Pérez, cirujano del hospital Amalia Simoni y para quien tengo un aparte, él trabajó allá.

No le bastó a mi papá con pedirme que fuera médico, sino igual que me hiciera cirujano y confieso que era muy dependiente de él y de sus órdenes, por así decirlo. En primer año de la carrera entré por primera vez a un salón de operaciones con el Dr. Ramón Romero Sánchez, con quien me unen lazos familiares, además, y la verdad no me desagradó.

En los dos primeros años de la carrera fui dirigente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), ya en el tercer año pasé al hospital clínico quirúrgico Amalia Simoni, y allí empecé en la cirugía de manera estable con el Dr. Bárbaro Armas, con ese de quien tengo recuerdos desde que era un niño. Con él me unen lazos muy especiales, a su lado pasé el tercer, cuarto y quinto años y el sexto en Nuevitas. Cuando tuve la oportunidad de estar al lado de Bárbaro ya me identifiqué con la cirugía y muy bien con la carrera de Medicina, ya era otro.

Por diversas causas cuando me tocaba la especialidad no pudo ser, me ubicaron en el municipio de Sierra de Cubitas a hacer el postgraduado porque preferí no dedicarme a otra. Allí me mantuve por tres años, ejercí en la policlínica en la consulta de medicina interna. En ese territorio me hice médico para toda la vida, fue una experiencia única, hacíamos de todo, chocamos con una realidad tremenda. Obtuve varios reconocimientos como Vanguardia Nacional, y el 5 de noviembre de 1990 comencé la residencia en cirugía general, había una plaza, optamos algunos, me seleccionaron para realizarla en el “Amalia Simoni”, hospital con el que me mantuve muy vinculado y con el Dr. Bárbaro, mi paradigma en la cirugía, y mi padre no sanguíneo, pero sí profesional y en todos los aspectos de mi vida.

Ese es un hospital que amo, fue mi escuela, mi todo, mi formación médica y de la especialidad se la debo a ese centro. De allí admiro a todos mis profesores, algunas ya fallecidos, y a todos mis compañeros de trabajo, y me refiero a todos, médicos y no médicos. La especialidad la hice en tres años y tres meses porque debido a mi desempeño pude adelantar el primero y tercer años. Me gradué de cirujano el 8 de abril de 1994 y el 2 de mayo siguiente comencé en Nuevitas, donde permanecí durante 17 años; allí fui jefe de servicio de cirugía general, vicedirector quirúrgico, director de la Filial atendiendo la Asistencia Médica. Fue otra escuela para mí aunque ya como especialista, lugar en el que me entregué en cuerpo y alma, y en esa época me hice especialista de 2do Grado, obtuve la categoría de Profesor, me hice Doctor en Ciencias Médicas, obtuve el Sello de Forjadores del Futuro y Premio a Personalidad de las Brigadas Técnicas Juveniles (BTJ), también cumplí misión internacionalista en la República Popular de Ghana, donde fui jefe regional de la zona Koforidua, en un hospital que supera las 500 camas, y en poco más de dos años operé a más de 2 000 pacientes, allí me hicieron Hijo Adoptivo como reconocimiento también al trabajo comunitario.

En la misión fui Vanguardia Nacional y en Nuevitas igual durante dos años, me estimularon con el Premio del Ministro de la Salud, que se entregó por única vez a finales de la década del ‘90, y la Tesis Doctoral fue seleccionada como un proyecto nacional”.

¿Cómo llega a Camagüey?

A finales del 2010 la entonces Rectora de la Universidad de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay, la Dra. María del Carmen Romero Sánchez, quiso que asumiera el decanato de la carrera de Medicina, ese era un reto mayor, lo pensé mucho porque creí me alejaría de la cirugía, y siempre tuve la idea de si regresaba a Camagüey retornar al “Amalia Simoni”. Finalmente vine en mayo del 2011 como Decano de la Facultad de Medicina e inmediatamente me vinculé a este hospital, al “Manuel Ascunce”, para continuar la asistencia, ya con el perfil de tórax que traía de Nuevitas.

Desde que regresé a Camagüey me empeñé en tratar de unificar la cirugía de tórax, llevarla a diferentes cirujanos y así mantener el legado de mis profesores. Luego de tres años como Decano pasé a desempeñarme como Vicerrector académico de la Universidad hasta el 2015, que me propusieron dirigir este hospital, algo que tampoco tenía en mis planes, pues pensaba seguir como cirujano al cesar en la Universidad Médica. La decisión fue colegiada con mi familia y aquí estoy.

Esta es una tarea ardua y difícil, es uno de los cinco hospitales más grandes de Cuba, tiene 38 servicios de salud y 24 servicios médicos y fue donde se fundó la docencia en la provincia, y esta vida gerencial que tuve antes me ha servicio, eso sí, nunca he dejado la asistencia, y el 75 % de la cirugía que hago es torácica”.

¿Aparte de sus profesores hay personas que lo han ayudado a crecer como profesional?

No habría sido posible sin el apoyo familiar, mi esposa, mi compañera durante 30 años me ha respaldado en todo momento, y mi hijo, que ya es médico y hace estancia en cirugía general con aspiraciones de llegar a la cardiovascular, es mi orgullo, fue el mejor graduado, es muy estudioso. Cuento con una familia corta, pero maravillosa, y tengo una hermana que nos hemos querido mucho, a pesar de que ella decidió emigrar.

Mi padre falleció a los 90 años, nunca quiso irse de Nuevitas, él disfrutaba sentarse en el portal de su casa en la calle Maceo y oler el salitre, eso no lo cambió por nada. Mi padre fue muy recto, nos crió a la antigua.

¿A él le agradecemos el médico y el cirujano que es?

En buena medida y hoy lo agradezco, no considero que he tenido un coeficiente elevado de inteligencia, pero he perseverado y me propongo metas cumplibles. Me siento satisfecho con lo alcanzado, aunque confieso que a la vez soy inconforme hasta luego de cirugías exitosas. Mi determinación de no abandonar el país ha sido mía y mi sentimiento de cubanía se la debo a mi padre también, siento orgullo de mi nación, me gusta mi Cuba.


Al término de una exitosa intervención quirúrgica, acompañado de su equipo y de residentes en la especialidad. Foto: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)

¿Qué siente cuando sabe que uno de sus alumnos extranjeros asegura que tiene las manos de Dios?

La definición que tengo de Dios es hacer el bien. Me esfuerzo y sufro con cada paciente, me gusta identificarme con ellos y eso es bueno y malo. Cuando sale bien todo la alegría es infinita, pero soy un ser humano y trato a seres humanos, y si las cosas no terminan de manera satisfactoria lo sufro mucho.

De lo que sí estoy claro es que cuando pongo mis manos encima de un paciente trato de hacerlo con amor, independientemente de su origen, de sus creencias, su ideología, de su sexo, nada de eso es importante para mí, el ser humano es lo que me interesa y por ese lucho, y si Dios existe, si me dio el don de interactuar con la Medicina y de prepararme para hacer el bien, entonces eso sí debo agradecerlo y allí cuenta todo el que me ha formado. Manos de Dios es un don que debe tener todo médico”.

¿A quiénes ha venerado entonces?

A mi familia y a mis profesores. El respeto que siento hacia mis profesores es algo superior, a algunos que he visto llegar al fin de sus vidas lo he sufrido como si fueran mi padre. Ramón Romero ha sido mi guía en la parte científica, con una visión de futuro muy importante. He sido muy afortunado porque Bárbaro Armas es otro científico que conjuga su cerebro con sus manos como cirujano y para escribir, algo que hace muy bien.

Debo mencionar al Profesor Amaranto Borges, ya fallecido, y ejemplo en este tipo de cirugías, o sea, torácicas, para muchos especialistas, era una eminencia, junto a Bárbaro Armas, y estoy seguro que entre ellos dos forjaron mis manos, junto a otros imposibles de mencionar, y eran como los Jinetes de la Apocalipsis de esa época en la cirugía de ese hospital, incluso, cuando trabajé en Nuevitas llevé a los doctores Borges y Bárbaro muchas veces para que me apoyaran en algún que otro caso.

¿A la vuelta de los años, si le dieran a escoger entre tantas responsabilidades?

Fuera todo de nuevo. Primero médico, cirujano, y ser director me ha formado como mejor persona, la vida me ha dado la posibilidad de vincularlo todo. Me veo como un conductor de un barco, ese al que renuncié para ser médico, y los resultados de este son del colectivo.

Cuando los estudiantes hablan bien de la enseñanza, cuando los profesionales salidos de aquí tienen logros aprendidos entre estas paredes, hace que uno sienta un sano orgullo. Pese al bloqueo que nos imponen desde los Estados Unidos, que es real, y estar convencido de que tenemos muchos problemas externos, hay otras limitaciones internas que a veces no las sabemos enfrentar, y eso está demostrado. En este centro tenenos la cifra histórica de alrededor de 26 000 intervenciones quirúrgicas anuales, y este año, con mucho menos recursos que el anterior que no cumplimos lo previsto, ya sobrepasamos esa cifra.

Una de mis misiones aquí es hacer entender a las personas que vivimos en este hospital, porque es así, vivimos, que esto es ofrecer salud, no trabajar por trabajar, y cada uno de nosotros debe administrar lo que tenemos a nuestro alcance para darle a las personas lo que realmente necesitan”.

¿El 2019 le trajo estímulos especiales, puede mencionarlos?

En la versión provincial del XLIV Concurso Premio Anual de la Salud, obtuve el Gran Premio en la categoría de Investigaciones Aplicadas: Programa de atención integral para pacientes con cáncer de pulmón, mientras en el XIV Congreso Internacional de Cirugía Emilio Camayd Zogbe me otorgaron el Premio, primera vez a un camagüeyano, por el impacto científico y social de la investigación: Programa de atención integral para pacientes con cáncer pulmonar, presentada en la categoría de tema libre, pero fíjese, en todos los casos es un reconocimiento a un grupo de personas que no descansan en brindar lo más preciado que puede tener un ser humano que es la salud. Es la faena de un equipo de profesionales que avanza con inteligencia y que lidero desde hace algunos años, pero no soy yo solo, es un orgullo de muchos.

Para responder en algo el inicio confesamos que este hombre de elevada estatura, de fuerte apariencia y andar seguro, se nos presenta desde hace mucho como alguien noble, un ser humano increíble, sencillo y entregado en cuerpo y alma a su profesión. Es alguien a quien todos terminamos llamándolo Miguelito o Migue, así de simple, porque cuando lo conocemos él mismo se encarga de que lo veamos como el amigo, y si tenemos la fortuna de ver su desempeño en un quirófano, entonces creemos de verdad que estamos en presencia no solo de las manos de Dios, sino también de su corazón.

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)

Foto de portada: Leandro Pérez Pérez

Manuel Nafeh Abi-Rezk, puso su corazón en mis manos

Manuel Nafeh Abi-Rezk, puso su corazón en mis manos

Dentro del gremio periodístico nos hemos debatido en reiteradas ocasiones acerca de si un entrevistado debe ser tratado de Usted o puede tutearse. Por supuesto, cada quien tiene su librito, y a todos respeto. En este caso me enfrento a un profesorazo de la Medicina, así, sin exagerar. Él es Jefe de Cirugía y Profesor Principal en el Cardiocentro del Hospital Hermanos Ameijeiras, de La Habana, Cuba.
Pero sucede que somos amigos desde años ha y si digo esto no hay quien me crea que nos tratamos de Usted; por eso pido licencia a mis colegas y entrego esta conversación con el Profesor Titular Manuel Silvino Nafeh Abi-Rezk, ese que abre el pecho, repara corazones de otros y los regresa a su sitio bien restablecidos, en la mayoría de los casos; sin embargo, el suyo, ese que se entrega en encuentros como este, lo puso en mis manos sin artificios ni reservas.

Hoy no hablo con Manolito, ese que me encontraba a cada paso en el Instituto Preuniversitario Álvaro Morell, de Camagüey, el del Casino, como le decíamos entonces. Converso con el Doctor en Ciencias Médicas, quien dice con sano orgullo que comenzó el difícil camino de llegar a su estado científico bajo la tutela del Dr. C. Profesor Noel González Jiménez, ya fallecido, y que recordamos como el primero en trasplantar un corazón en Cuba.

Al indagar sobre su Tesis de Doctorado aclaró: “Estuvo relacionada con la Cirugía de Revascularización Miocárdica. Aplicación de un Protocolo de Actuación Asistencial en el Hospital Hermanos Ameijeiras, entre el 1985 y el 2010, con la asesoría del Dr. C. Teddy Osmin Tamargo Barbeito y la ayuda incondicional de la Dra. Nayette, una de mis queridas sobrinas”.

Aunque he mantenido contacto con él y sus hermanos por razones de amistad, este encuentro fue muy especial. Lo declararon a él y a su hermano el Dr. Luis Manuel, Hijos Ilustres de la provincia de Camagüey, aproveché la ocasión, no podía escaparse.

— ¿Qué sientes hoy con esta Distinción otorgada por el Gobierno en tu provincia?

— Sí, porque no podemos olvidar que este es mi Camagüey, todo lo que me viene a la mente es bueno, me siento feliz, emocionado y me trae los recuerdos desde que empecé los estudios primarios en mi pueblo de Sola, hasta que me hice médico y todo el transcurso de este tiempo.

“Y algo que es importante es que evocas a tu familia. Pienso en mis padres, mis hermanos, mi esposa, mis hijas, quienes también han pasado una cuota de sacrificio para que uno llegue a alcanzar estos logros en la ciencia, son muchos años, y es algo que debemos agradecer toda la vida; además, aquí tengo presente a mis amigos, mis colegas, quienes me han apoyado también.

“Mira, mis padres eran muy especiales, no eran cubanos, eran unos campesinos del Líbano, pero con una idea tremenda acerca de los emigrantes, ellos decían que debíamos estudiar, sacrificarnos, y así desarrollarnos, era como poner un extra y hay momentos en los que debemos renunciar a placeres de la vida para alcanzar un objetivo, esas cosas nos las enseñaron nuestros viejos, así como a sacrificarnos sin perseguir resultados inmediatos, sino que llegan poquito a poco”.

¿Qué significa Camagüey para ti?

— Es como un deber, cuando alguien de Camagüey está cerca de mí siento la necesidad de acercarme y ayudarlo en todo lo que pueda.

¿De dónde sacan tú y tus hermanos Luis y Nelly tanta sencillez?

— Nos viene a los tres de mi papá y mi mamá. Eran extremadamente sencillos, y nos enseñaron adondequiera que llegáramos, poner los pies sobre la tierra. Mi papá era el tipo más humilde y amistoso que existía, allí incluyo a mi madre igual.

“Y fíjate en esto, mi padre quiso ser médico y por la Segunda Guerra Mundial en el Líbano no pudo seguir y sin imponérnoslo nos llevó a los tres hacia la Medicina. Mi hermana es estomatóloga, y mi hermano Luis y yo médicos. Reitero, él era del Líbano, pero un guajiro. Mis padres amaban a Cuba y a los cubanos, éramos bilingües, árabe y español, una familia muy unida y feliz”.

—Tienes logros y otros pacientes se complican, ¿cómo enfrentas en lo cotidiano estas dos situaciones comunes y a la vez diferentes en tu especialidad?

— El momento más feliz de un cirujano cardiovascular, y lo he dicho así en otras entrevistas, es al otro día en la mañana cuando vez a esa persona viva y te dice: ‘Me siento bien’. Ese es el momento más feliz, es el pago más grande que tiene uno, no tiene comparación ni con todo el dinero que pudieran ofrecerte, y que a los siete días se vaya de alta y luego regrese a tu consulta y te dicen que todo ha cambiado, la felicidad es tremenda.

“Ahora, cuando se complican sufro como su familia, y si fallecen porque no estuvo en mis posibilidades salvarlo me aflijo por un buen tiempo y no se me va de la mente su cara, su imagen. Hay veces que no quiero intimar tanto antes de operarlos, porque me angustio mucho después y ese es un riesgo que enfrentamos. Tenemos un cinco por ciento que puede morir y un 95 % de supervivencia, y si uno cae en ese cinco imagínate. No es que deje de ser amable con ellos, pero me preocupo mucho”.

¿De tus profesores, cuáles recuerdas?

— No olvido a grandes profesores camagüeyanos. El Dr. Raúl Capote, del municipio de Florida, fue el primero en enseñarme a realizar una apendicectomía (técnica quirúrgica para extraer el apéndice cecal), él me levantaba en peso, para decirlo de algún modo, para enseñarme todo lo que sabía, y era muy bueno. Él vio algo en mí para que llegara a ser un cirujano normal, falleció en un accidente a los 52 años, pero era una estrella como cirujano. También Alba Pi, Odrey Ravelo Gutiérrez, Oliverio Agramonte Burón y Roberto Cuan Corrales, este último me enseñó cómo actuar ante la vida, y otros más jóvenes, pero no menos importantes como Ramón Romero Sánchez.

— ¿Atesoras el récord de cirugías?

— Llevo 31 años en el Ameijeiras y de 11 000 pacientes operados he participado en el 60 % de estas; de los 151 trasplantes de corazón, he estado igual en el 60 % como cirujano principal o como ayudante; y ahora soy el más viejo del grupo de trasplante, después de Noel González, que dejó de trabajar hace 10 años, mi profesor guía a quien le debo mucho y a quien copié todo lo que pude.

¿Y en otras naciones?

— En cirugías del corazón he estado en más de 30 países, y participé como profesor invitado en más de 15 centros del mundo; pero fíjate en esto, soy de Sola. Llegar desde ese pequeñito Sola hasta aquí no ha sido fácil. En aquel momento era municipio, ahora es la capital del municipio de Sierra de Cubitas.

¿Olvidaste algunas vez aquel pueblito?

— Cómo olvidar los años más felices de nuestras vidas, los pasé cazando palomas, montando bicicleta y comiendo naranja. Los tres hermanos tenemos remembranzas hasta difíciles de mencionar. Papi era una buena persona y se esmeraba en que la gente lo supiera, fue el inventor del vino aquel con la fórmula de 15 días, era un gran innovador, siempre estaba ideando algo y en la cirugía cardíaca puede hacerse, pero no tanto, tenemos un protocolo, normas a seguir”, y se rió a carcajadas, entonces añadió: “Hoy comparto aquí con el profesor Manuel Oliva Palomino, que fue mi profesor, un ícono de la Medicina que merece ese Escudo de la provincia y más; también con mi hermano Luis, en fin...

¿Eres un hombre feliz?

— Sí, y hoy después de esto más, también por la familia de la que provengo, mi hermana, mi hermano, y la creada después con mi esposa y mis hijas, y mi sobrina Loreny, esa tiene la sangre de mi papá, es la candela...

Sería casi imposible mencionar todos los países visitados por mi amigo, ese que a pesar de ser un científico encumbrado no ha dejado de ser y responder con agrado cuando le digo Manolito, el más pequeño de sus hermanos, quien tiene entre sus más queridas medallas la de Trabajador Internacionalista y la conmemorativa por el aniversario 75 de la fundación de la Sociedad Cubana de Cardiología.

Agradezco ahora al profesor, al doctor, al amigo por ofrecerme esta posibilidad, más bien un privilegio de entregarme parte de su yo, ponerlo en mis manos, confiar en mi selección y por eso se lo devuelvo segura de que continuará siendo el mismo: sencillo, amable, cariñoso, humano y profesional, cualidades muy difíciles de encontrar en un solo corazón, que latió muy rápido y sin dobleces ante algunos recuerdos, lo sé y lo noté, claro, lo tenía conmigo.

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)

Foto: Otilio Rivero Delgado

El Profe Oliva: 80 años con ese don que le dio la vida

El Profe Oliva: 80 años con ese don que le dio la vida

No es común que en la Portada de un blog sean publicados más de un texto de una misma persona; sin embargo, esta ocasión es harto especial y no quise desaprovecharla. El Profesor Manuel Oliva Palomino cumple hoy, 16 de diciembre, 80 años. Una buena parte de su vida la ha dedicado a hacer el bien, responsabilidad para la que todos no estamos preparados.

Establecer conversación entre él y yo es muy fácil, lo digo con la vanidad que me ofrece el ser su amiga, y también resulta por poseer él una inteligencia extraordinaria, capaz de eclipsar. Confieso que el reto que cargo encima es el de enamorar a los lectores y encuentren en él algo diferente e igual a la vez. Diferente para no repetir tantas lindas historias e igual, porque obviamente es el mismo ser humano tan querido por tantos.

Al ser considerado un Pediatra de Excelencia en Cuba, estoy segura nunca llegaré a alcanzarlo en toda su grandeza, mas lo intento y lo comparto, una vez más.

—Hace un tiempo y a propósito de otra entrevista me comentó que comenzó a estudiar Medicina a los 29 años y entonces le parecía que estaba mayor para eso. Ahora, al cumplir sus 80 diciembres hoy, ¿qué piensa al respecto?

Este inicio le causó risa al Profe Oliva, como lo llaman, no pudo evitarlo y está convencido de que: “Pude hasta haber comenzado después, era muy joven y no lo sabía, me doy cuenta ahora cuando no lo soy de verdad. Ahora sé que hubo tiempo, solo que entonces no pensé cumpliría tantos años, a esa edad no se analiza”.

—También sé y por usted mismo, que estudió Pediatría prácticamente obligado por el déficit de especialistas en esa época, y ahora le pregunto: ¿Con la experiencia actual, si se gradúa ahora de médico, qué escogería Radiología como quería o Pediatría?

—Pediatría otra vez. El problema es que tenía una carrera, que era de laboratorista, me había pasado parte de mi vida en eso, desde 1950, y de momento ya con más de 30 años no me parecía inteligente incursionar en otro campo tan diferente, pero la necesidad de fortalecer el incipiente Programa de Atención Materno Infantil me obligó y la presión que me hicieron varios compañeros, entre ellos el Dr. Enzo Dueñas, quien era el director del hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña, de Camagüey, fue mucha.

“Pensé que nunca lo lograría, esa es la verdad, me asustaban, sobre todo los más pequeñitos; no obstante, me fui dando cuenta de que los podía ayudar y me dediqué a aprender para hacerlo bien”.

—¿Todavía se asusta?

—No, qué va, ya no. Ahora me siento contento al verlos crecer a unos y ya crecidos a otros, eso me demuestra que los he podido ayudar, hoy me vienen a ver todo unos hombres y algunos me llaman de diferentes partes del mundo, son como familia.

—De esta pregunta tengo la respuesta y quiero sea él quien la responda, ¿Puede decir que ha sido útil?

—Creo que sí —y ríe de nuevo—, como decía Martí, la obra de la vida la cumplimos.

—¿Cómo calificaría al médico en toda su magnitud?

—Hay quienes son conocedores de la técnica y todo lo relacionado con la profesión; otros son misioneros, y esos ayudan siempre, porque el médico cura algunas veces y no creas que muchas; sin embargo, ayudar siempre es bueno, y esa ha sido mi modesta misión: ayudar, siempre ayudar, y es por eso que he dedicado gran parte de mi vida a una enfermedad tan fuerte, y más en los niños con cáncer, incluso, antes cuando no había tantos adelantos, el hecho de acompañarlos a ellos y sus familias en esos casos es muy importante, difícil y necesario a la vez.

—¿De dónde saca el Profe Oliva tanto amor, paciencia, deseos de explicarlo todo, ofrecer siempre un hálito de esperanza?

—Lo importante es escuchar a las personas. De acuerdo con lo que uno capta de ellas podemos socorrerlas, porque no se trata de un spot, ni de un slogan, cada persona es distinta y puede ser aliviada mediante un proceder heterogéneo, en relación con sus sensibilidades. Hay que nacer con ese espíritu, es como quien viene al mundo para tocar un instrumento, o bailar, yo nací para esto.

—¿Qué no haría dentro de su carrera si tuviera una máquina del tiempo y la echara hacia atrás? Él me respondió acerca de dos especialidades y le insistí en que en cualquiera lo habría hecho bien, a lo que él agregó:

—Lo que uno vaya a hacer tiene que ser con el mejor de los deseos, eso le digo a mis hijos y, por supuesto, con amor, lo más importante, así uno se siente satisfecho.

—Le comento que a veces nos da la impresión de que él es un poquito adivino...

—Es que los pediatras tenemos que serlo un poco, los bebés no hablan, es muy difícil, y debemos escuchar a las madres, por lo general ellas son las que nos dan el diagnóstico, lo interpretan de diversas maneras, con más o menos miedos, de acuerdo con su nivel y siempre te dicen lo que tiene su hijo porque son quienes lo conocen, uno tiene que oírlas, integrar todo aquello y utilizarlo.

—Si estuviera ahora ante un aula, ¿qué le diría a sus alumnos?

—Que fueran buenos médicos, y sobre todo con sencillez y humildad, y bajo el precepto de respetar siempre a sus pacientes. Una vez fueron a mi consulta dos dirigentes de la provincia y me preguntaron muy asombrados, cómo podía conocerlos a todos porque les daba la mano a los padres o a las madres de los muchachos; y no, no los conocía, me paraba y los saludaba, si tratas con respeto a los padres el niño se deja examinar mejor. Es una máxima a seguir y hace falta.

—Cuando se graduó soñaba con los avances e indicadores actuales en la Salud.

—En parte sí porque se creó un Sistema de Salud Único y eso fue muy bueno, y la revolución científico-técnica favoreció mucho a todos los campos y la Medicina no quedó fuera. Surgen las vacunas, los citostáticos nuevos..., antes se pensaba que era natural que la gente padeciera de difteria, poliomielitis, a la que tanto le temía, y me di cuenta de que íbamos haciendo una base social y había que cambiar y cambiamos.

“He podido ver esas transformaciones porque he vivido, nunca pensé que iba a llegar a los 80 –y sonríe--, es que la vida es como un programa y así son los tejidos del ser humano, hay una muerte programada para esos tejidos y cuando te toca te tocó...”.

—Lo interrumpí y dije que hay que darle vía a ese programa y que siga andando...

—Sí, eso trato de hacer...

—Las personas lo siguen. Teresita, su esposa, ofrece todo tipo de explicaciones. Vienen a saber de él, algunas madres en nombre de sus hijos que no están aquí, lo llaman por teléfono.

—Sí, hay dos doctoras: Mirthica y Daimir y me quieren mucho, desde niñas las seguí como a tu hijo y a tantos otros.

“Antes tenía el concepto de que las hembras eran las que se ocupaban de los padres, conmigo, por suerte no ha sido así. Mis hijos, todos varones están pendientes y los más jóvenes que viven conmigo solo me sienten y ya están levantados para ver si necesito algo”.

—¿Y de los pequeños actuales qué me dice?

—Figúrate que me han venido a ver. Hay uno que se llama Maykol a quien la madre le comentó que yo estaba enfermo y él en su inocencia le dijo: ¿Y él no es médico?, la mamá le respondió sí, de niños, y ¿sabes qué?, vino con una batica de médico a verme para curarme y lo que tiene son cuatro años. Son cosas tremendas...

—¿A qué dedica su tiempo por estos días?

—Trabajo, y fuerte por cierto, en el libro de Semiología para actualizarlo y llevarlo al sistema software, y así los alumnos accedan mediante la computación, esta es la parte de la Medicina que estudia los síntomas de las enfermedades, los cuales constituyen el instrumento de trabajo que permite apreciar la situación clínica de un enfermo y establecer un diagnóstico, con imágenes muy buenas, y en inglés.

Quiere decir que el Profesor Oliva se mantiene activo, ese Pediatra de Excelencia, orgullo de Camagüey y de Cuba, sin olvidar que nació en Manzanillo, un día como hoy de 1935. A él le deseamos muchos cumpleaños felices y que siga ayudando a los demás, con ese don tan especial que le dio la vida.

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)

Fotos: Orlando Durán Hernández

La sencillez hecha ciencia

La sencillez hecha ciencia

Nota: Esta entrevista fue publicada en el semanario Adelante, de Camagüey, Cuba, el 15 de julio del 2000. El Profesor Dr. Orfilio Orestes Peláez Molina falleció el 17 de enero del 2001, en La Habana, a los 77 años de edad.

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El 17 de noviembre de 1923 Camagüey recibió a uno de sus mejores hijos. Ese día nació Orfilio Peláez Molina, así de simple, quien años más tarde se convirtió en el Doctor en Ciencias Médicas, especialista de II Grado en Oftalmología y Profesor Titular.

Por segunda ocasión entrevisté al doctor Orfilio Peláez, el Profe, como muchos galenos lo llaman con cariño y admiración.

A su modo de ver ¿cómo debe ser un científico?

“Un científico debe ser investigador por excelencia, tiene que partir de una base sólida si quiere llevar a cabo una idea y no descansar en el empeño. En mi caso, yo decía, hay que buscar, tengo que buscar un tejido propio de la persona afectada para trasplantárselo, porque evidentemente cuando este viene de otro ser son mayores los problemas éticos, de rechazo del organismo y otras cuestiones que atentan contra el objetivo”.

Usted es el responsable del tratamiento quirúrgico que detiene o mejora esa enfermedad que es la retinosis pigmentaria. ¿Cómo se le ocurrió este tipo de intervención quirúrgica? 

“Siempre digo que mi mayor impulsor fue el hecho del suicidio de un amigo porque el médico —ante quien yo lo llevé— le recomendó se hiciera acompañar de un perro porque su ceguera era algo sin remedio. Eso me marcó y me comprometí conmigo mismo con el fin de investigar hasta el cansancio y evitar sucesos de este tipo. Aunque, debo habértelo dicho la otra vez que conversamos, hoy te lo repito, porque ese fue mi punto de partida. Todavía estudiaba entonces.

“Mi primer confidente fue mi esposa. La desperté en horas de la madrigada y le conté mi idea. Como trabajamos juntos, te digo que el tema de la retinosis pigmentaria está entre nosotros mañana, tarde, noche y madrugada.

“A partir de 1989 recibimos todo el apoyo necesario, fundamentalmente de nuestro Comandante en Jefe Fidel y surgió el Centro Nacional de Retinosis Pigmentaria y fíjate, ya en 1992 inauguramos el Internacional Camilo Cienfuegos, del cual soy su director”.

¿Se siente más trabajador que dirigente o más dirigente que trabajador? Conozco que usted es quien más operaciones realiza y también más consultas.

“Eso te da la medida que me siento más trabajador que dirigente y por ahí debían avaluarme. María Adela, mi esposa, actúa como mi jefa de despacho y resuelve muchos de los problemas”.

Usted es un Profesor por excelencia, ¿Ha entrenado a médicos extranjeros con este proceder?

“No. A médicos cubanos sí, a 54 en todo el país”.

¿Qué le preocupa hoy en día al doctor Orfilio Peláez?

“Cómo utilizar mejor nuestros centros de investigaciones. A veces un microgrupo dice tenemos tal o más cual línea de trabajo, otros por conciencia no realizan inversiones con ese fin porque tenemos donde tocar las puertas, pero allí puede que no haya tiempo de máquina para utilizar una computadora, y así todos esos tropiezos frenan esas investigaciones.

“Nuestras investigaciones las realizamos en el Instituto nacional de Angiología en aquel entonces, y mi casa se convirtió casi en un laboratorio, tenía que profundizar en la anatomía del ojo, con determinados animales. Mi esposa me apoyó en todo aquello.

 

Pasados estos años ¿se siente realizado?

“Yo te diría que no, es muy difícil que un científico pueda sentirse realizado. Mientras no obtenga algo, participe o contribuya a la cura de esta enfermedad no lograré esa satisfacción porque el trabajo está incompleto”.

¿Cómo se comportan los resultados de sus intervenciones?

“Siempre el número de pacientes cubanos supera a los extranjeros, pero en ambos casos el 75 y el 76 por ciento mantienen estable la patología, del 15 al 17 por ciento mejoran su estado, y del 8 al 9 por ciento sigue el curso de la enfermedad. Como ves mejora la calidad de vida de los enfermos en número mayor sobre aquellos que no resuelven”.

¿Continúa operando cotidianamente?

“Las veces que sean necesarias, paso muchas horas en el salón y los días de mi cumpleaños opero también, ese es el mejor regalo que me hago yo mismo, mis compañeros me retratan en esa fecha, allí en mi faena quirúrgica”.

¿Por qué fue usted uno de los trece oftalmólogos que se quedaron en Cuba al triunfo revolucionario?

“Por principio, conciencia y por la formación de mis padres. De ellos aprendí la ayuda al prójimo, el extenderle la mano, ser solidario, sin esperar recompensa alguna, a pesar de ser una familia acomodada, y qué es nuestra Revolución si no es eso, por tanto, abracé su causa”.

¿Le han propuesto quedarse en algún otro país?

“Sí, cómo no. Ya no me lo proponen, pues saben que es algo imposible”.

Tiene una familia muy bonita…

“Sí, de mi esposa ya sabes, me acompaña en todo. Tengo tres hijos. Una es especialista en Medicina Interna, otro es Gineco-obstetra, y el otro es periodista y me han dado cinco nietos. Me siento muy bien con mi familia, es vital para mi vida”.

¿Practica algún hobby?

“Me encanta el trabajo en la agricultura, recuerda que nací en la Finca Arroyón, de Magarabomba, actualmente del municipio Carlos M. de Céspedes, de Camagüey, por eso ocupo algún tiempo en el jardín de mi casa, así recuerdo mi terruño en mi propio jardín”.

Si volviera a nacer ¿qué haría?

“Volvería a transitar por mi mismo camino, me enfrentaría a los obstáculos ya vividos, a todo, todo, con un poco más de experiencia, yeso es ventajoso. No me arrepiento de nada”.

¿Cómo se siente ante la queja de un paciente?

“Me molesto, me irrito mucho, me descompenso. De inmediato exijo una respuesta. Muchas veces esto ocurre por falta de una buena comunicación entre el personal de la Salud, los pacientes y sus familiares, y eso es inaceptable, el paciente merece respeto y ser debidamente informado”.

En 1997 había recibido la condecoración y medalla Carlos J. Finlay, y era Héroe del Trabajo de la República de Cuba, después de ese año, ¿recuerda otros estímulos?

“Recibí un homenaje en la Academia de Medicina de Cartagena de Indias en Colombia, también estuve en la Universidad de la Sapienza de Roma, por mi lucha contra la ceguera. Aquí en Cuba me entregaron el Escudo de la Ciudad de Santa Clara, y soy Hijo Adoptivo de la de Camagüey”.

¿A qué recursos atribuye lo logrado por usted hasta hoy, que lo han hecho merecedor de pertenecer a la Academia de Ciencias de México, a la Sociedad Ergoftalmológica Española, a la Sociedad Mundial Ergoftalmológica…?

“Sin la menor duda, al sacrificio y la consagración, esas son mis armas más preciadas”.

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)

Fotos: Otilio Rivero Delgado

A mis lectores:

De ahora en lo adelante añadiré entre los Temas abordados en el blog, uno llamado Gente, dentro del cual compartiré con ustedes algunas de las entrevistas que he realizado a personalidades, sobre todo del mundo de la Salud Pública. Estas han sido publicadas años ha, pero por su relevancia deseo compartir con los lectores. No quiero decir que las colocaré en el orden en que salieron a la luz, sino en la medida que las vaya recuperando, porque confieso, algunas no las he encontrado. Gracias, Cuqui