El valor de una sonrisa infantil
La sonrisa de un niño en Cuba no tiene precio. De eso estamos seguros quienes habitamos en esta tierra, donde asegurarle la felicidad a los infantes desde todos los puntos de vista es algo tan habitual que a veces no nos detenemos a pensar en ello.
El Gobierno cubano no escatima recurso alguno si de aliviar el dolor o de curar a un niño se trata, aunque son muchos los escollos que encuentra en el camino, precisamente por ser éste un país subdesarrollado y sujeto a un férreo bloqueo económico, comercial y financiero desde hace más de medio siglo por los Estados Unidos de Norteamérica.
Camagüey, por ejemplo, una provincia ubicada a más de 470 kilómetros de la capital del país, exhibe tasas de mortalidad infantil envidiables para cualquier otro en vías de desarrollo.
Cuando al cierre del 2009 conocimos que la provincia de Camagüey cerró con 4 fallecidos por cada mil nacidos vivos nos enorgullecíamos porque era ese el cuarto año consecutivo con este indicador por debajo de cinco.
Quiere esto decir que el 2006 terminó con 4,3 de tasa; el 2007, con 4,2; y el 2008, con 4,7. Y lo más importante, tales índices son la consecuencia de niños nacidos con la atención médica requerida y otros salvados y devueltos a sus hogares, todos menores de un año.
Los bebés camagüeyanos, como todos los de este país, reciben la primera inmunización desde su nacimiento hasta completar un esquema de vacunación contra 13 enfermedades prevenibles. Las consultas a las gestantes son, al menos 17, vinculadas con 30 exámenes diagnósticos de manera tal que puedan ser evitadas dolencias graves en sus futuros hijos y avizoradas a tiempo un número importante de malformaciones congénitas, todo con carácter gratuito y con la claridad de que los niños son los garantes del futuro.
Sin embargo, el bloqueo nos ha dañado y de forma muy particular en el campo de la Medicina. En la Oncología pediátrica esta inhumana situación nos ha perjudicado con creces. En Camagüey, entre 25 y 28 menores debutan con cáncer cada año y según los especialistas, fundamentalmente los relacionados con el Sistema Nervioso Central y aunque se lleva a cabo el tratamiento quirúrgico, hay limitaciones en la tecnología de mucha precisión que pudiera utilizarse y no la tenemos por la causa mencionada.
Los adelantos desde el punto de vista médico están aquí, pero los medicamentos son extremadamente costosos. Para obtenerlos nuestro país acude a naciones muy lejanas, por lo cual se encarecen entre seis y ocho veces por encima. Los citostáticos, utilizados en el tratamiento del cáncer, tienen como uno de sus líderes mundiales, en cuanto a producción y desarrollo a los Estado Unidos, eso sí, no lo son a la hora de admitir el acceso de éstos a sus coterráneos víctimas de la pobreza ni, por supuesto, a Cuba.
De acuerdo con el tamaño del niño, un tratamiento de esta naturaleza, o sea, contra el cáncer, puede costar entre 18 y 30 mil dólares y siempre se aplica, créase que se salve o no, y en demasiadas ocasiones el bloqueo a que estamos sometidos lo interrumpe, mientras la enfermedad sigue avanzando.
Un bulbo de algunos de los antibióticos de última generación utilizados en estos casos le sale al país entre 60 u 80 dólares. El Ciplastino vale unos cien dólares el bulbo y posiblemente un adolescente requiera entre diez y doce cada vez, o sea, unos mil 200 a mil 500 dólares por esquema a seguir y es empleado semanal, quincenal, mensual hasta llegar a ser trimestral por espacio de un año.
Conocemos que el Sofrán, medicamento que los niños necesitan para no vomitar cuesta a nuestro sistema 20 dólares y un frasco trae 30 tabletas, por supuesto, si pudiera comprarse a los Estados Unidos sería mucho más barato. En el transcurso de dos esquemas de tratamiento estos enfermos toman dos o tres frascos.
Como si todo lo anterior fuera poco, el terrorismo de Estado también ha tocado a las puertas de la Medicina en nuestro archipiélago y más aún, de las vidas de sus conciudadanos. El año 1981 fue testigo de una de las más sobrecogedoras tragedias en nuestro país impuesta por el vecino del Norte con su política de hostilidad, bloqueo y agresión. Padecimos la guerra biológica con el envío del dengue, la mayor del tipo hemorrágico registrada en las Américas, al notificarse 344 mil 203 enfermos, y unos 10 mil 312 con formas graves o muy graves de la enfermedad, que cobró 158 vidas en la nación, de los cuales 101 eran niños, y de éstos 13 camagüeyanos.
El Estado cubano acabó con esa epidemia en sólo cuatro meses a un costo de 103 millones de dólares y como contamos con Fidel Castro, él tuvo la iniciativa en aquel entonces de crear las salas de terapia intensiva en los hospitales y el pediátrico Eduardo Agramonte Piña de esta ciudad fue uno de ellos.
Situaciones como las abordadas las asume un Gobierno comprometido con su pueblo, con un sistema social que beneficia a todos por igual.
Autora: Olga Lilia Vilató de Varona
Corrección: Oriel Trujillo Prieto
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