Un alto por el Día Internacional del Adulto Mayor
Esta foto es de Rafael Ángel (1907-2005), mi padre, siempre conmigo a pesar de que con 97 años de edad y fructífera vida dejó de existir físicamente. Así, con esa imagen de lector insaciable, entonces con 90 octubres, fue un predicador con su ejemplo de honestidad, laboriosidad, de no mentir jamás y de defender con fidelidad las cosas en que creía y amaba. Estos fueron listones muy elevados que resultan difíciles de sobrepasar para quienes lo sucedimos.
Hoy, Día Mundial del Adulto Mayor, lo tomo como modelo porque considero fue un anciano privilegiado. Con preceptos como: “Hace muchos años que soy joven”, transcurría su vida en un país donde decidió echarlo todo por apoyar y colocar su granito de arena en una sociedad, que aunque perfectible, difícilmente haya otra más justa en el planeta.
Él recibió los beneficios institucionales de la Salud Pública de manera gratuita como sucede para todos en Cuba, más aún después de los 91 años, cuando comenzó con algunos achaques físicos propios de la edad. De su esposa, mi madre, y el resto de la familia, tuvo una atención esmerada, algo vital en estos casos.
Con una inteligencia y lucidez envidiables finalizó su vida rodeado de sus seres más queridos y seguro de que significaba algo muy importante para su familia, era una verdadera institución a la que muchos llegaban para preguntarle y oírle.
Debe ser sumamente preocupante para cualquiera sentirse inútil ante los demás, por eso una máxima para propiciarle una vida llevadera a quienes peinan canas en exceso sería hacerlos sentirse bien, cómodos y que siempre, de alguna manera, haya que contar con ellos.
Traigo a colación una anécdota personal. Pasados unos días de mi padre cumplir los 92 años notamos que estaba medio alicaído, no quería leer y esa era la alarma más importante que teníamos para valorar la situación. Sabíamos que algo estaba pasando y nada tenía que ver con su estado de salud.
Luego de varios intentos por adentrarnos en su mundo interior, me dijo: “Me felicitaban diciéndome ‘llegarás a los cien años’ y me falta muy poco, sólo ocho”. Yo, por mi parte, traté de animarlo con el argumento del disfrute de haber vivido tanto, lo cual refutó dulcemente: “Es que quisiera poder vivir 92 años más”. Me desarmó totalmente, lo confieso, pues, así, con esos deseos de vivir se manifiesta un anciano mentalmente activo, lector incansable, con capacidad de adaptación al tiempo real y que se sabe un recurso valioso dentro del seno familiar.
Esto dice mucho del valor que le da a la vida una persona que se supone ha vivido demasiado. Cualquiera en su sano juicio busca la manera de asirse a ella, y como una suerte de complacencia, Cuba es un país demográficamente envejecido, por lo que me atrevo a asegurar que esta historia no constituye un caso aislado, todo lo contrario. De hecho en la provincia de Camagüey hay en este minuto, 113 personas centenarias, una de estas cumple mañana 115 años.
Este es el sexto territorio más envejecido de Cuba y al cierre del 2009 exhibía un 16,7 por ciento de su población que pasaba de los 60 años de edad, con una cifra estimada actual de alrededor de 128 800 personas en ese grupo etario, en un territorio con 780 891 habitantes.
El Programa del Adulto Mayor, uno de los cuatro priorizados del Ministerio de Salud Pública, sigue muy de cerca objetivos trascendentales como la educación en el sentido amplio de la palabra, con vistas a preparar a las personas para enfrentar la vida en cada una de sus etapas, pero, además, es un propósito ineludible el disminuir la mortalidad por causas prevenibles o evitables en aquellas que pasan de los 60 años, lo que se ha conseguido con creces. Se trata de añadir más vida a los años con la incitación a no fumar y a la ejercitación física y mental.
Según expertos, en el 2025 uno de cada cuatro cubanos será adulto mayor, mientras en el 2015, por primera vez, habrá aquí más personas de esas edades que niños, mientras la esperanza de vida al nacer supera los 75 años.
El 1ro de octubre fue establecido el Día Mundial del Adulto Mayor por la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) en el año 1990, con el propósito de recaudar dinero para el Fondo Fiduciario de ese organismo para el envejecimiento, creado como parte del Plan de Acción Internacional acerca del Envejecimiento, aprobado en 1982.
Nuestro sistema social pone especial énfasis en que la senectud es un proceso normal y dinámico, no una enfermedad, y se hace eco de manera incansable de esa pauta de la Organización Mundial de la Salud (OMS)- Organización Panamericana de la Salud (OPS), para el actual siglo XXI: “Sigamos activos para envejecer bien”; no obstante, le aseguro, porque lo he vivido, que la familia influye y determina sobremanera a la hora de cuidar y proteger a sus ancianos, nunca lo olvide.
Autora: Olga Lilia Vilató de Varona
Corrección: Oriel Trujillo Prieto
0 comentarios