Blogia
CuquiSalud

Servicio Internacionalista

Iguales misiones internacionalistas, pero diferentes

Iguales misiones internacionalistas, pero diferentes

Una idea me llevó hasta el Dr. Rafael Cuan Ravinal, especialista en Cirugía General y jefe de servicio de esa especialidad en el hospital universitario Manuel Ascunce Domenech, Máster en Urgencias Médica y Profesor Asistente, y estaba equivocada, para bien.

—Al indagar sobre su misión internacionalista en Pakistán me aclaró que no fue la primera. Antes estuvo en Honduras y lo rememoró así:

Fui cuando el huracán Mitch tocó tierra en ese país el 26 de octubre de 1998, aunque no había sido constituido el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias Henry Reeve, por idea de Fidel Castro.

"Sabíamos que podíamos demorar en regresar y fue así, volví a los tres años. Fui ubicado en El Progreso, una ciudad y municipio del Departamento de Yoro, a la que llegábamos por agua o aire, no había comunicación por tierra, la devastación era terrible".

Ya sé que no fue su única experiencia con estas características…

Así es. El 8 de octubre del 2005 un terremoto de 7,6 grados de magnitud en la escala Richter asoló el norte de la geografía pakistaní, sobre todo a la ciudad de Cachemira, una zona en disputa entre Pakistán y la India por muchos años, pero en esos momentos lograron una amnistía.

"Cuba no tenía relaciones diplomáticas con Pakistán, y eso no importó ya se contaba en nuestro país con el Contingente Henry Reeve, creado en septiembre de ese año para auxiliar a las víctimas del huracán Katrina en Nueva Orleáns, EE.UU y pese a la negativa del gobierno de George Bush de aceptar la ayuda médica incondicional de nuestro país, el grupo quedó disponible para ofrecer su aporte solidario en cualquier rincón del mundo.

"Pidieron a Camagüey un ortopédico y un cirujano con experiencia para salir hacia Pakistán, di mi aprobación sin preguntar el tiempo que estaría por allá, estaba dispuesto a ir y a cumplir.

"En La Habana nos reunieron y me informaron que asumiría la dirección de uno de los hospitales de campaña y lo fui en el número 23. Los especialistas cubanos eran también en anestesiología y reanimación, angiólogos y cirujanos vasculares, técnicos en anestesia e instrumentistas, personal de cocina y un número importante de jóvenes recién graduados, además, de los traductores de idioma inglés.

"El Comandante Fidel Castro se reunió con nosotros en el Consejo de Estado, nos explicó en detalles que nos enfrentaríamos a las adversidades climatológicas, a las nevadas, a crear mecanismos de supervivencia en hospitales de campaña. También estuvo en la cena y nos despidió poco después de las dos de la madrugada, fue muy emotivo.

"Bruno Rodríguez Parrilla nos esperó, estaba a cargo de la diplomacia allí, aunque no manteníamos relaciones de este tipo aún, él era entonces viceministro primero de Relaciones Exteriores de Cuba. Nuestra nación se hizo cargo de llevar todo lo necesario para establecer los hospitales de campaña e incluso el avituallamiento para protegernos del frío.

"Sin embargo, nos dimos cuenta que no teníamos ni la menor idea de lo que enfrentaríamos debido al clima ni de la situación en sí misma. Salimos preparados con mochilas, sobre todo con la alimentación necesaria para 15 días, que se pudieran conservar".

¿Cuándo se instalan?

—Enseguida, no perdimos tiempo pese al brusco cambio de horario y de clima. Al amanecer comenzamos a cargar con todo, hasta los equipos como ultrasonidos, los de laboratorio clínico, lo requerido para el salón de operaciones, y grupos electrógenos. El personal de electromedicina se encargaba del montaje de los equipos de muy buena calidad, y contamos con un Grupo de Logística de la Misión excelente.

"En mi experiencia fui más que director porque llevaba la economía, era el cirujano, el amigo, el padre, el consejero. Llegamos a Cachemira, a un terreno árido y devastado, vimos de cerca el sufrir de los niños y no lo olvido, una idiosincrasia diferente, imagine que los hombres y las mujeres no pueden estar juntos, fue un cambio de vida total. La prioridad era dar vitalidad al hospital, el lugar destinado para las cubanas y la cocina".

¿Fueron aceptados?

Y más que eso, nos cuidaban hasta los militares pakistaníes. De hecho Cuba fue el primer país que llegó a ofrecer sus servicios médicos y en toda Cachemira hubo un despliegue de hospitales, lejos unos de otros.

¿Problemas dignos de destacar?

Los que tuvimos con el agua y hubo que mudar el campamento, era un terreno muy seco. Desmontamos todo de noche y nos fuimos a la ciudad de Dhirkot, allí fuimos acogidos con mucho cariño porque fueron afectados por el terremoto; sin embargo, no les había llegado la asistencia médica. Nos establecimos con mejores condiciones, todo en casas de campaña. Al principio dormíamos en el suelo, luego en colchonetas, en catres tipo cama, sin cocinar hasta tener dónde hacerlo, seguíamos con las latas, el chocolate…

"Comenzamos a crear otras condiciones como hacer llegar el agua por tubos directo a la máquina de filtrar, el electromédico nos preparó un sistema de calefacción, teníamos una mejor comunicación mediante teléfono satelital".

¿Algún día como para no olvidar?

El 31 de diciembre de ese año lo pasamos con un frío extremo y como la religión de ese país no lo permite, no se comía carne de cerdo ni se ingerían bebidas alcohólicas. Algunos tuvieron la iniciativa de hacer una parrillada con pollos, compramos frutas y la pasamos bien, con nostalgia de los nuestros, de la Patria y la comunicación estaba muy mal.

"Nos acostamos con añoranzas y a las dos de la madrugada empezamos a despertar todos con los primeros vestigios de la nieve, y como los cubanos no tenemos tiempos malos, hicimos muñecos de nieve. Así empezó el nuevo año, cada vez bajaba más la temperatura, a ocho grados bajo cero, y comenzamos a quedarnos aislados y las carreteras de montaña intransitables.

"Y otra vez de mudada. Nos quedamos sin corriente, había que preservar la vida de los colaboradores y la cablería con la nieve era un peligro, nos agrupamos todos en un salón en una estructura de concreto debajo de nosotros, con algunas grietas y nos aseguraron que no teníamos peligro, encendimos los calefactores y tomamos otras medidas. Del campamento sacamos lo que tuvimos a mano.

"A los siete meses informaron que nos desmovilizaríamos, aunque yo debía quedarme hasta terminarlo todo con cinco personas que escogiera. En la despedida participó la jefatura del país, de la misión y quedaron escritas las memorias por ser la misión más difícil, desde el punto de vista humanitario, enfrentada —no militar— hasta ese momento por los cubanos, catalogada por muchos como épica. Fue una despedida triste, los militares pakistaníes, con la comunidad completa estuvieron allí, muchos expresaron su agradecimiento y se quedaron con el hospital equipado, lo dejamos todo, fue un donativo de Cuba, y no solo ese, fueron más de 20".

Ya de regreso…

Pasados seis meses me llaman para abrir la misión en Bolivia, en un hospital en construcción en Yacuiba, hacía frontera con Argentina, ubicada en el Departamento de Tarija en el sur de esa nación, es la capital de la Provincia del Gran Chaco y paso a ser el coordinador de ese centro; luego de ser abierto me enviaron para Santa Cruz de la Sierra, vengo de vacaciones y al regreso soy enviado para el hospital de Montero, que era de referencia para los médicos cubanos, instalado en la carretera de Valle Grande, la Ciudad del Che, un sitio muy transitado por colaboradores, visitantes, personal diplomático. Estuve por dos años y medio. Allí sí terminé hasta ahora, con esas tres misiones diferentes.

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona

Foto: Leandro Pérez Pérez

Un hallazgo

Un hallazgo

Pasaron dos años de aquella nota del Ministerio de Salud Pública que dejó en vilo a toda Cuba. Fue en noviembre del 2014 cuando se conoció que el doctor Félix Báez Sarría, especialista en Medicina Interna y miembro de la Brigada del Contingente Internacional Henry Reeve, que se encontraba en Sierra Leona en el enfrentamiento a la epidemia de Ébola, comenzó a presentar fiebre de 38 y 39 grados, específicamente el día 16.

Aquello conmovió a todos, conocimos que el 17 de noviembre se le realizó la prueba diagnóstica de Ébola, y resultó positiva. Estábamos al tanto de lo que sucedía, siempre con la esperanza de verlo regresar a casa y así fue.

Entonces supimos que a propuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se decidió trasladar al Dr. Félix Báez Sarría hacia el hospital universitario de Ginebra, en Suiza, por ser este un centro especializado con experiencia en el tratamiento y manejo de casos infecciosos de alta transmisibilidad.

Cuando por un examen de rutina o en busca de alguna enfermedad se detecta otra, se dice que ocurrió un hallazgo médico. En nuestra práctica diaria sucede algo parecido si de periodismo se trata.

Y aquí viene el hallazgo periodístico. Cuando integrantes The Wisconsin Medical Project, de Madison, Estados Unidos de Norteamérica, visitaron la ciudad de Camagüey, Cuba, venía entre ellos el Dr. Michael Flueckiger, médico de emergencia jubilado. Él estaba en Sierra Leona, donde 165 de los 256 profesionales de la salud cubanos enfrentaron la letal enfermedad en África Occidental, —también en Liberia y Guinea Conakry.

Al responder a mi obligada interrogante acerca de ¿qué hacía en ese lugar si estaba jubilado?, respondió que no al ciento por ciento porque labora en una compañía de ambulancias aéreas que ofrece asistencia en todo el mundo a personas enfermas, accidentadas o demasiado enfermas, insistió.

"En esa época —añadió— nuestra compañía tenía la única tienda de aislamiento en el mundo, lo que conseguimos luego de años de trabajo con el Departamento de Defensa de mi país y el Centro de Enfermedades Infecciosas de la Salud, y al surgir el Ébola de esta manera el Gobierno nos pidió que acudiéramos hacia Sierra Leona y trasladamos un enfermo en cada vuelo, llegamos a 41, fallecieron dos, pero no con nosotros”.

El doctor Félix Báez Sarría fue el segundo paciente en ser trasladado por Phoenix Air Group. Este norteamericano que llegó hasta Camagüey fue uno de los que enfrentó la responsabilidad de transportar al galeno cubano y dijo: “Estaba muy enfermo y fue muy agradable conocer a ese ser humano”.

El Dr. Michael también arriesgó su vida en bien de otros, y se imponía la pregunta esperada: ¿Qué pensó cuando supo que ese enfermo había sanado y decidió regresar a Sierra Leona a terminar lo que había empezado?

"Imagínese, fue asombroso, cada uno de los integrantes de la Compañía nos quedamos maravillados, esa era una muestra de su actitud hacia el bien de otras personas.

"A nosotros nos calificaban como héroes y nunca pensamos en eso, y a ellos les ocurría lo mismo, mire cómo se comportaron estos hombres, algo extraordinario”.

Por nuestra parte le hicimos saber que sí admiramos mucho al Dr. Báez, pero que estábamos seguros, y me atreví a decírselo en nombre de toda Cuba, que otros de esos 256 hubieran reaccionado igual. Algo a lo que él asintió.

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)

Foto: Leandro Pérez Pérez

Llegó último camagüeyano que combatió el Ébola

Llegó último camagüeyano que combatió el Ébola

El hecho de que haya publicado este suceso en mi medio de difusión no me exime de hacerlo en este, mi blog. Sería algo así como una deslealtad conmigo misma y con estos hombres con quienes, sin conocerlos, mantuve comunicación vía Internet.

Cuando conversé con el Licenciado en Enfermería Aníval Umpierre Umpierre, el último de los camagüeyanos en arribar a su tierra luego de enfrentar a la fiebre hemorrágica del virus del Ébola en África Occidental por un período de seis meses, en este caso: Guinea Conakry, me comentó muy convencido: “Solo cumplí con mi deber como mismo hicieron mis compañeros. No me considero un Héroe como dicen en nuestro país, esa es una palabra demasiado grande, reitero, solo hice lo que debía como ser humano y como enfermero, cumplí con mi deber y puse, al igual que el resto de la Brigada, muy en alto el nombre de Cuba”.

Su sencillez y altruismo no le dejan ver la grandeza de la labor realizada, esa que aprendieron en las aulas universitarias de nuestro Camagüey, como sucede en las del resto del país.

Él añadió en un aparte luego del conmovedor recibimiento: “Me he emocionado. Esto ha sido algo muy especial y los niños y jóvenes que ofrecieron su arte para mí, mi familia, amigos y compañeros de trabajo, son el ejemplo vivo de cuánto hace nuestro sistema de Salud por insertar a la sociedad a todos, sin exclusión”, al referirse a los chicos que integran el Proyecto Arte sin Barreras, del Centro de Equinoterapia y Rehabilitación Jardín de Sueños de la ciudad de Camagüey.

Estos muchachos, con algunas limitantes físicas o mentales reciben la atención especializada según sus padecimientos y luego de un diagnóstico profundo son orientados hacia las diversas modalidades del arte. Ellos son capaces de ofrecer amor, alegría y de realizar sus sueños.

Aníval, quien fue testigo de tan loable y humano empeño, es uno de los 12 integrantes del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias, Henry Reeve que partieron de sus hogares para favorecer a los más necesitados y excluidos desde todos los puntos de vista en una geografía desconocida con el fin de contrarrestar esa enfermedad altamente contagiosa, a riesgo de sus propias vidas.

En esta oportunidad, como en las acogidas anteriores, no faltaron los apretones que parecían interminables, el llanto de alegría, y sí, mucha alegría, con la presencia de las autoridades políticas y de la Salud Pública.

A su partida, Aníval, enfermero intensivista, ofrecía sus servicios en la policlínica 13 de Marzo del municipio camagüeyano de Sierra de Cubitas.

Leandro Mario Lanfranco Leverton, encargado Nacional de la Brigada del Movimiento Chileno de Solidaridad con Cuba, de visita casual en el Centro aprovechó la oportunidad para elogiar ese sentimiento solidario y altruista de los cubanos y dijo apropiarse del derecho de reconocer a los médicos cubanos como se hace hoy con el Contingente Henry Reeve, desde una fecha tan lejana como 1960 del siglo pasado, cuando galenos cubanos, e incluso de Camagüey, acudieron a su país a brindar sus servicios luego del paso de un terremoto.

El doctor Néstor Jiménez Machuca, funcionario del Partido Comunista de Cuba aquí destacó el alto valor humano y profesional de este trabajador de la Salud, como el de los restantes camagüeyanos ya en el seno familiar, que respondió al llamado de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y no solo brindó su disposición para combatir la proliferación del Ébola, sino que lo materializó, regresó con el deber cumplido y saludable, producto del adecuado desempeño de sus funciones, vinculado con la disciplina y rigor científico.

La alegría de esta batalla ganada ante un enemigo invisible, como han expresado otros, no empaña la recordación de dos galenos especialistas en Otorrinolaringología y Ginecobstetricia, respectivamente, y que sin integrar esta Brigada aún se encuentran en esa parte de África, en cumplimiento de sus misiones internacionalistas por casi tres años.

Los profesionales de la Salud del territorio que laboraron en Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona, están especializados, además, en Epidemiología, Medicina General Integral (MGI) y Enfermería, con representación de ocho municipios, con predominio de la capital provincial, Florida y Sierra de Cubitas.

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)

Foto: Otilio Rivero Delgado

Ya en casa

Ya en casa

En primer plano de izquierda a derecha, el Dr. Eydel y el licenciado en Enfermería José Edelmiro, eran agasajados por familiares y amigos al bajar del ómnibus.

El doctor Eydel Miguel Agüero López, de Sibanicú; y el licenciado en Enfermería, José Edelmiro Martínez Acosta, de Florida, ambos municipios de la provincia de Camagüey, Cuba, no regresaron de la guerra, pero sí, a base de profesionalismo, cumplimiento del deber y mucha disciplina, escaparon de las garras de la muerte. Ellos combatieron la epidemia de la fiebre hemorrágica del virus del Ébola en Sierra Leona, África Occidental.

Los minutos de recibimiento fueron pocos si los comparamos con la gran hazaña que realizaron, sucedió en el entorno del Casino Campestre, sitio propicio para el mejor de los reencuentros, más hoy, el Día de la Madre Tierra, cuando se promueve la armonía entre la naturaleza y la vida. Allí hubo mucha alegría, acompañada de fuertes abrazos, besos y lágrimas con sus padres, esposas e hijos, y parecía como si no hubiera quien los observara, ante la necesidad de dar y recibir tanto amor contenido por alrededor de seis meses.

Luego vino el acercamiento con el resto, entre ese resto la prensa no podía faltar, como un signo de reconocimiento, ese que ni ellos mismos creen merecer porque es demasiada la sencillez que los caracteriza. Impresiona que no incorporen dentro de sí qué han hecho por esos desprotegidos desde todos los puntos de vista, y en pos de impedir la entrada de tan terrible mal a otros países, con la inclusión del nuestro.

Su pueblo todo los esperan como lo que son: sus héroes; ellos, dicen que cumplieron con su deber de médico o enfermero que es como decir, dar todo de sí por sus pacientes a cambio, si fuera preciso, de sus propias vidas. Asombra tanto agradecimiento de parte de estos hombres. Así los formaron en nuestras universidades médicas, en este caso en la Carlos J. Finlay, que tanto se corresponde con su nombre, el de ese camagüeyano devenido símbolo universal de altruismo y consagración.

Eydel, especialista en Medicina General Integral y en Epidemiología, dijo en nombre de los dos lo difícil que se le hacía expresar palabras y leyó un poema escrito por Marcelino Agüero Oliva, su padre, quien se lo envió como una manera de darle fuerzas a él y a sus compañeros, donde sobresale el elogio al Líder Histórico de la Revolución cubana Fidel Castro, quien ideó la la formación del Contingente Henry Reeve, ese mismo que hoy está nominado a recibir el Premio Nobel de la Paz. En un aparte me dio a conocer su agradecimiento a la familia y al pueblo cubano por tantas muestras de desvelo, respeto y cariño, además, el compromiso que  entraña para el futuro que ya es hoy.

José Edelmiro, también diplomado de Instrumentista en Salud, confesó sus sentimientos de alegría por el deber cumplido y verse de regreso, aparejado con un poco de nerviosismo, porque para él este recibimiento ha sido una revelación de amor infinito.

Eduardo López Leyva, miembro del Buró Provincial del Partido Comunista de Cuba, en nombre de otros directivos allí presentes y el pueblo camagüeyano, rememoró esa noche en que se pedían las disposiciones de profesionales de la Salud, y fueron cientos los que se brindaron, entonces hubo que elegir y “ustedes estuvieron entre esos” y añadió: “Poco es decirles gracias, bienvenidos a la patria”.

Más de 250 médicos, enfermeros y trabajadores de la Salud integraron el contingente cubano que desde octubre del 2014 partieron hacia Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry, para combatir la epidemia, luego de un llamado de Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas. Catorce de estos fueron camagüeyanos.

 

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)

Foto: Otilio Rivero Delgado 

Sencillez viva de grandes hombres

Sencillez viva de grandes hombres

Los nueve profesionales de la Salud presenciaban el espectáculo ofrecido por niños y jóvenes, en el Centro de Equinoterapia.

A veces la vida nos pone en aprietos y este caso ha sido uno de ellos, ¿cómo hacer llegar a los lectores tanta emoción vivida? Nueve hombres “removieron el piso” de quienes los esperábamos. Allí, en el Centro de Equinoterapia de la ciudad de Camagüey, muy especial por sí mismo, ocurrió algo trascendental y se trató de la llegada de nueve de los 14 camagüeyanos que partieron o estaban en África Occidental.

Cuando salieron hace apenas seis meses poco se conocía de la enfermedad que combatirían, pero sí de su letal comportamiento y fácil modo de transmisión. Entonces fuimos objeto de sentimientos encontrados. Por un lado, el orgullo de ser abanderados en la labor más humana a nuestro alcance; por otro, la incertidumbre del ¿qué pasará?, ¿cómo saldrán de tan difícil tarea, para no pocos una misión suicida?

Nos poníamos en el lugar de sus familiares y nos preguntábamos, ¿podrán ellos entender cuánto contribuirían sus seres más queridos, a riesgo de sus propias vidas, a evitar que este terrible padecimiento penetre en suelo cubano y otras naciones vecinas? Y, por supuesto, la necesidad de aportar con ciencia a aquellos que son los menos favorecidos y más pobres de este continente.

Hoy, al ver regresar a estos médicos y enfermeros formados en la Universidad Médica de Camagüey, percibimos como una suerte de hijos de los principios de sacrificio, perseverancia y humanismo del eminente científico camagüeyano Carlos J. Finlay que da nombre a la Alta Casa de Estudios, y de que cumplieron con el propósito del Líder Histórico de la Revolución cubana Fidel Castro, al idear la brigada Henry Reeve a la cual pertenecen, hoy propuesta para que le sea entregado el Premio Nobel de la Paz.

Supimos de la sencillez de todos, como ocurre en los grandes hombres, desde que descendieron del ómnibus que los traía de regreso, ocasión en que no faltaron las lágrimas de felicidad, las sonrisas y abrazos y las fotos que nadie quería perder. Entre tantos voluntarios ellos fueron los elegidos, y sin proponérselo y, creo que no lo saben aún en su gran magnitud, colocaron bien en alto el nombre de Cuba, con aportes invaluables sí, aportes de sensibilidad, altruismo y valor, aun cuando el miedo debió ser un sentimiento, que aparejado al cumplimiento estricto de los protocolos médicos internacionales, sirvieron de fortaleza para vencer y regresar a la patria.

Desde que dieron el paso al frente demostraron no solo ser hijos de Finlay, sino también de el Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, a fuer de tanta entrega y amor, dos cualidades inseparables del ejército de batas blancas que integran.

Fueron esperados por muchos. Estaban Jorge Luis Tapia Fonseca, miembro del Comité Central del Partido y su primer secretario en la provincia; Isabel González Cárdenas, presidenta del Gobierno; y el doctor Fernando González Isla, director de Salud Pública, ambos en ese nivel. También familiares y amigos.

Las palabras, todas de agradecimiento y parabienes ante tanta grandeza, no  alcanzan para aquilatar la proeza realizada y como señaló Tapia Fonseca: “Recibimos a nuestros héroes, continuadores de nuestra Revolución”.

El Proyecto Arte sin Barreras, liderado en el Centro de Equinoterapia, de esta ciudad, y que acoge a niños y jóvenes con alguna discapacidad, incluidos en la sociedad a través de diferentes manifestaciones artísticas, fueron los mejores anfitriones posibles. Ellos son una muestra del desvelo de nuestro sistema social en pos del mejoramiento de la calidad de vida de todos, sin exclusiones.

A cada uno de estos médicos y enfermeros que regresaron de África Occidental les pedí una frase, un sentimiento:

Dr. Leosvel Pérez Gutiérrez, de Vertientes: “Nos cuidamos y vencimos!!!!!”. Rodeado de sus hijos, esposa y madre, conocía a Yanisvel, su hija más pequeñita.

Dr. Osmany Rodríguez González, de Santa Cruz del Sur: “En lo personal había visto muestras de cariño y de apoyo del pueblo cubano, pero esta vez se rompieron todas mis expectativas, me ha demostrado lo que ha sentido por nosotros, y esto está a la altura de lo que ha hecho Cuba a través de los años y no solo en los tres países de África Occidental, sino el resto de los colegas que a través de los años ofrecieron sus servicios en tantos y tantos países, ahora con la presencia en más de 60. Gracias al pueblo de Cuba por estas muestras de amor y cariño.

Dr. José E. Saavedra Pacheco, de Camagüey: “Siento mucha emoción, mucho agradecimiento hacia la dirección de país, del Gobierno, a Dios, a mi esposa, a mis hijos, mi mamá, mi papá, a  todos los que estaban aquí y nos apoyaban desde la distancia. Lloré con esos niños que actuaron para nosotros, era el encargado y no pude decir las palabras.

Dr. Erik Luis Larrazábal Hernández, de Nuevitas : Muy orgulloso de estar nuevamente en nuestra tierra. Quiero agradecer al pueblo cubano, y en especial al nuevitero, por el apoyo que nos brindaron. Mucha mente positiva y gracias a eso nos cuidamos mucho, nos dieron mucha fuerza para regresar con el deber cumplido.

Lic. en Enfermería Jorge Luis Quesada Vázquez, de Florida: “Una cosa tan grande que no sé cómo explicarlo, no me lo creo. Fue muy duro, pero cumplimos y regresamos.

Lic. en Enfermería Carlos Velazco Luis, de Sibanicú: “Hoy ha sido un día inolvidable.. No pensé con un recibimiento así, y muy feliz con mi familia y amigos de nuevo. Nosotros solo hicimos lo que nos tocaba y con el orgullo de ser seleccionado para cumplir esta difícil misión. Todos lo hicimos como se nos indicó, con mucha seriedad, disciplina, dedicación, y por eso, la misión tuvo éxito.

Lic. en Enfermería Enio Prado Téllez, de Florida: Ha sido muy emocionante el recibimiento y el apoyo a nuestra labor, donde nos esperaban con esperanzas. No pudimos enarbolar los machetes como la caballería de Ignacio Agramonte, pero sí lo hicimos en la bandera del gran caballo dorado de Henry Reeve para salvar vidas y lo hicimos muy bien.

Lic. en Enfermería Yoanis Bello Echeverría, de Florida: “Se cumplió la profecía, te dije en la entrevista, vía Internet que lo prometido era deuda y que íbamos a venir, y aquí estamos, muy contentos, demasiado contento diría yo”.

Lic. en Enfermería Marcos Figueredo Pacheco, de Camagüey: “Estamos contentos por los resultados de la misión que nos tocó vivir, muy difícil e inolvidable, pero feliz de haber cumplido y, por supuesto, regresado”.

Texto y fotos: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)  

El miedo me mantiene vivo

El miedo me mantiene vivo

En la foto, a la extrema izquierda arriba, el doctor Saavedra en la preparación para su actuar cotidiano, una imagen de él debajo, y luego ya con su traje protector.

Contacté vía Internet con el doctor José E. Saavedra Pacheco. Él es especialista en Medicina General Integral (MGI) y en Anestesiología y Reanimación, del hospital docente clínico quirúrgico Amalia Simoni, de la ciudad de Camagüey, Cuba. Actualmente se encuentra en Sierra Leona; en Porto Loko, distrito rural a unos 120 kilómetros de la capital del país.
Es de los médicos cubanos que enfrentan la epidemia de la fiebre hemorrágica del Ébola, y uno de los 14 camagüeyanos.

No lo conozco personalmente, pero doy fe de su extrema sencillez y espíritu de solidaridad, como otros con los que ya he contactado: pareciera como un virus que llevan en sangre los galenos y enfermeros cubanos dedicados a esta y otras misiones en el mundo.

Esa sencillez hizo que nos tuteáramos y supiera en primera persona que su brigada, a punto de regresar a la Patria, el próximo 22 de marzo, está formada por 42 de estos trabajadores de la Salud cubanos, dos de ellos agramontinos nos. Al momento de su respuesta me comentó acerca de la situación higiénico-ambiental, y la calificó de: “Bastante estable en relación con la encontrada al momento de su llegada”.

-—¿Y la epidemia cómo se comporta?

—Si bien hay focos activos, el ritmo de contagio es mucho menor; antes veíamos 20 casos diarios y ya nos llegan entre tres y cuatro, y algunos días ni uno. Al recibir los resultados del laboratorio suman más los negativos que los positivos, los cuales son entregados entre las seis y 24 horas.

“Entre los focos de infección más importantes tropezamos con los entierros clandestinos, mucho más frecuentes en las zonas rurales, como este lugar donde me encuentro. Hay una alta población musulmana, cerca del 70 %, que mantiene ritos y costumbres de un arraigo tremendo y hacerlos cambiar su cultura es algo muy difícil”.

—¿Cómo es tu composición familiar?

—Tengo una bella familia. Mi esposa Diarelys García Díaz, licenciada en Enfermería, trabaja en el mismo hospital que yo en Camagüey; tenemos tres hijos, José, de 18 años, estudiante de primer año de Medicina en la Universidad Carlos J. Finlay; Claudia, de 17, en el último año del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Máximo Gómez Báez; y Joel, de 14 años, que cursa el noveno grado en la Escuela Secundaria Básica Juan Marinello, todos en la ciudad de Camagüey. Vivimos en la calle Padre Valencia, específicamente en el asentamiento destinado a los médicos.

"Además, a mis padres: Norma y Asdrúbal, los máximos responsables de mi formación. Han sido paradigmas en mi vida. Ella trabaja en la Secretaría General y él es Doctor en Ciencias y Profesor Titular del departamento de Mecánica de la Facultad de Electromecánica, ambos en la Universidad de Camagüey".

—¿Cómo acogieron tu determinación de marchar hacia ese lugar?

—Lo primero fue un sentimiento de sorpresa, luego vino algo así como la consternación. Todos sabíamos, con la inclusión de ellos, cuánto riesgo iba a correr. La morbilidad y la letalidad de esta epidemia son muy elevadas. Luego de ese sentimiento vino el razonamiento lógico y la conversación oportuna con mis hijos, mi esposa, mis padres, acerca de la necesidad de evitar, en primer lugar, que esta catástrofe llegara a Cuba con su paso que sería devastador.

—¿Solo ese objetivo te llevó a dar el paso al frente ante esta misión, considerada para muchos como misión suicida?

—Por supuesto que no. Es que la formación de los universitarios en Cuba, sobre todo los de la carrera de Medicina, está basada en los principios éticos y morales de la solidaridad, el altruismo, el ayudar al prójimo, y sí, también, me motivó esa necesidad de que no entrara a nuestra nación.

—¿Qué pensaste al ser propuesto, como parte de la brigada Henry Reeve, para Premio Nobel de la Paz?

—No lo puedo negar, sentí una alegría inmensa, porque estoy acostumbrado a que a nuestro pueblo se le reconozcan los esfuerzos que hacemos, pero esta vez fue más allá, era una gratitud internacional que reconoció ante el mundo la brillante idea del Líder Histórico Fidel Castro, creador del contingente, incluso, al glorioso pueblo cubano que ofrenda a sus hijos ante causas nobles y a la vez arriesgadas.

—Cuénteme un día de trabajo.

—Estoy, como te dije, en un área rural, me alojaron en un motel, que como en el resto de la región y casi el país no tiene energía eléctrica. Aquí hay un pequeño generador que funciona solo de siete de la noche hasta las siete de la mañana, hora en que me levanto, desayuno y 30 minutos más tarde salgo en un autobús hacia el hospital a unos tres kilómetros más o menos, al llegar voy al sitio de la entrega de guardia, ahí nos encontramos entre nosotros, los norteamericanos y los enfermeros nacionales, de ahí paso al área de descanso donde me visto con el traje de protección personal. Siempre lo hacemos en dúo, jamás solos.

“No puede quedar parte del cuerpo fuera del traje protector porque podría ser fatal, por eso nos vamos vistiendo y revisando el uno al otro para no cometer errores. Toda esa parte del hospital es la zona verde con un riesgo de contaminación mínimo, al menos en teoría. Después y previa orientación en la entrega de guardia me traslado hasta la zona roja, la de mayor peligro, y donde se encuentran las salas de hospitalización. Allí dentro hago de todo, como los demás, desde canalizar una vena para la administración de fluidos hasta dar de comer o beber a los enfermos, bañarlos, limpiar sus secreciones, vómitos y sangramientos. Recuerda que el Ébola se trasmite por los fluidos corporales, incluido el sudor. Imagina entonces cuánto cuidado hay que mantener y cuánto estrés; pero lo hacemos con profesionalidad y hasta el momento, con la ayuda de Dios y el cuidado que ponemos, vamos saliendo victoriosos.

“Te aclaro que el traje protector es soportable por una hora, aunque en ocasiones lo he traído encima un poco más por necesidades de tratamiento y además, porque es muy difícil en medicina dejar un proceder a medias. Reconozco que el calor es insoportable, recuerda que todo el cuerpo queda cubierto, por eso sudamos mucho. Al terminar salgo hacia el área donde me desvisto. Allí está el mayor peligro, un error en ese momento cuesta la vida porque vienes de tocar los pacientes y estar en contacto con sus fluidos, el desvestido como el vestido, es supervisado por el otro y nos cuidamos y alertamos de cualquier detalle.

“Todo lo hago, al igual que mis compañeros, bajo cumplimiento de la técnica que aprendimos en la preparación que pasamos en Cuba y al llegar aquí. Luego voy a la zona de descanso donde me hidrato y repongo de tanta sudoración. Este mecanismo es diario, de ocho de la mañana a dos de la tarde, y de dos de la tarde hasta las ocho de la noche”.

—Relátame un día de descanso.

—Muy aburrido. Me levanto en la mañana a la misma hora, desayuno, me quedo en el motel, unos conversamos, otros escribimos en la laptop, o lavo alguna ropa sucia si la tengo. En la habitación es muy difícil mantenerse porque en  África hay mucho calor y al no tener energía eléctrica este se incrementa. Así estoy hasta la hora de almuerzo, me acuesto a reposar un rato, luego me baño, como; más tarde al tener corriente eléctrica me comunico con la familia, envío y recibo correos, hasta que llega la hora del sueño y a dormir. Así hacemos todos.

—¿Son adecuadas las condiciones de vida?

—Sí, las habitaciones tienen aire acondicionado, solo que se usan si hay corriente eléctrica, televisión y los servicios son sanitarios. El cambio de ropas de cama y toallas es frecuente, la alimentación es buena y variada; el agua y refresco son embotellados, lo cual disminuye el riesgo de adquirir infecciones del tracto digestivo u otras.

—A tu modo de ver, ¿cuánto han aportado ustedes a la disminución de casos de esa fiebre hemorrágica?

—Para serte sincero en cuanto a la profilaxis y manejo en la comunidad no hemos podido hacer labor alguna; el trabajo está concentrado en tratar a los enfermos que llegan al hospital, ya sea con Ébola o con otras dolencias concomitantes. La mayoría lo hizo a los cinco o siete días de enfermos ya con el virus muy extendido, pero logramos combatirlo, también a otros padecimientos como la malaria.

—¿Cuánto de provechosa ha sido para ti esta experiencia?

—Muy positiva desde el punto de vista personal y profesional. He aprendido, en primer lugar, a valorar sinceramente el Sistema de Salud en Cuba. Hay que estar aquí para darse cuenta de lo que tenemos y aunque a veces por cotidiano no lo apreciemos en su justa medida. Es sin lugar a dudas, algo inigualable. Esta es mi segunda misión, y en Venezuela, aun con la ayuda cubana, la solidez de su sistema de Salud dista del nuestro, no he encontrado otro igual.

“No hay una proyección comunitaria, por lo tanto la epidemia no puede controlarse completamente porque no se ataca en la comunidad. Si no se busca el mal, como se hace en Cuba, casa por casa, centímetro a centímetro, a cada sospechoso o enfermo, no es posible. Desde que llegamos aquí bautizamos al país como del 70 %. El 70 % no tiene acceso a esta sagrada asistencia, ni a la educación, ni a la corriente eléctrica, a la radio, a la televisión. De esta manera es imposible hacer labor profiláctica, educativa.

“Un gran número de los ingresados en estos centros son portadores de tuberculosis, Sida, malaria o paludismo; todos sin tratamiento médico y menos aún seguimiento por profesional alguno. Desde el punto de vista personal, quizá porque tengo hijos, es que estoy de acuerdo en la visión  que tuvo la dirección de la Revolución cubana de que solo viniéramos hombres. Hubiese sido terrible para las madres de nuestro país ver y vivir este cuadro.

“He aprendido que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, o en este caso, lo tiene lejos. Esa es la realidad”.

—¿Cómo es la relación con los profesionales de otras naciones?

—Son magníficas. Estoy en el hospital Maforki New, con una Organización No Gubernamental, la International Humanitarian Partner Ship (IHP), de nacionalidad norteamericana, con quienes trabajo diariamente, junto a enfermeros nacionales que se sumaron. En este país se habla el Creol y otras lenguas y dialectos, pero el idioma oficial es el inglés.

—¿Notas agradecimiento o indiferencia de los nacionales?

—El agradecimiento es palpable a nuestro paso por las comunidades, al trasladarnos en el autobús desde o hacia el hospital. Ya nos conocen y sienten que gracias a nosotros y los cuidados que les ofrecemos han fallecido menos personas. Por lo demás, la barrera del idioma y lo contagiosa de esta enfermedad hace que el contacto físico con los africanos sea casi nulo.

—¿Qué dirías a tus colegas en Cuba?

—Sé que esta barrera la hubiese traspasado cualquiera de ellos porque están preparados y capacitados, pero como nos tocó lo hacemos lo mejor posible para poner en alto el nombre de la patria, en primer lugar; y de la Medicina cubana, en segundo y fíjate, no solo la cubana, también la latinoamericana en general. Así nos dijo un representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS), un mexicano que visitó Sierra Leona, quien dijo: “Estoy contento porque ustedes representan a toda América Latina”.

—¿Has sentido miedo?

—Todos los días. No me avergüenzo de ello. Cuando dejes de sentirlo te descuidas y cometes errores. Al entrar a la zona roja es como si la muerte esperara por ti y tienes que cuidarte y evadirla, y si te confías te lleva. El miedo es un reflejo que me mantiene vivo.

 

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)   Fotos: Cortesía del entrevistado

Fotomontaje: Otilio Rivero Delgado

Hernani: antes y después del Ébola

Hernani: antes y después del Ébola

En la foto el doctor Hernani compartía con los nacionales antes de la llegada del Ébola. Luego, con su uniforme de protección.

No conozco personalmente al doctor Hernani González Novoa, especialista en Ginecobstetricia del hospital materno infantil Ana Betancourt, de la ciudad de Camagüey, Cuba. Aún así se me antoja como alguien muy dedicado a su profesión y también con buen sentido del humor que me ha hecho sentir cómoda en este intercambio en el que nos tuteamos desde su primera respuesta, vía Internet. De ahí que algunas de sus “confesiones” sean impublicables.

Este hombre de 46 años tiene su residencia aquí en la carretera de Nuevitas, kilómetro 11, Arroyón, acompañado de su padre, de 87 años, quien sufrió hace muy poco un infarto del miocardio y ya está recuperado. Su hija de 19 años trabaja en el círculo infantil del reparto Lenin y vive cerca. Tiene una hermana y dos sobrinos. Esa es su familia, la que está al tanto de cada suceso alrededor de la epidemia de la fiebre hemorrágica por el virus del Ébola, porque Hernani está en Guinea Conakry, esa parte del África Occidental, hace casi tres años, o sea, desde antes de presentarse la letal enfermedad en ese lugar.

—¿En qué sitio de esa geografía trabajas?

—En el Hospital Regional de Labe o Labé (se identifica de las dos maneras), que es la principal ciudad y capital administrativa ubicada en una gran región de este país densamente poblada, donde se trabaja duro y en condiciones muy difíciles; a veces me siento cansado, pero aquí estoy, cumplo con mis obligaciones de lunes a sábado; y cada dos semanas paso una completa de guardia.

“Esta región es la mejor de todas y me la gané a partir del segundo año, porque el primero fue heroico. Me ubicaron en una región pésima a unos 500 km de la capital. Para llegar se va a través de la selva por un camino lleno de huecos inmensos imposibles para avanzar y pasaba 12 y 13 horas de viaje y al arribo tenía que ‘fajarme’ con un hospital para mí solo. No hay más ginecobstetras. No dormía más de tres horas en la casa. Me la pasaba en la ambulancia y metido día, tarde, noche y madrugada en el hospital. No iba a una fiesta, no podía tomarme una cerveza. No sabía a qué hora me venían a buscar. Terminé allí que no sabía si correr, gritar o perderme. Fue inmensamente agotador, pero salí y ahora de esta también saldré. Bicho malo revienta, pero no muere.

—Y ahora, ¿cuántos médicos de tu especialidad te acompañan?

—Soy el único ginecobstetra, por tal motivo ayudo a mis colegas guineanos que son generalistas, como se conocen aquí y además, hacen bien su trabajo, pese a que no están especializados en esta parte de la Medicina que considero estresante en cualquier parte del mundo que la ejerzas, porque toda embarazada espera ver llegar una nueva vida y eso está en tus manos.

—¿Eres el único cubano por esos lares?

—No, somos 15 en esta brigada distribuidos en cinco regiones; aquí laboran, además, una enfermera en la parte quirúrgica; un enfermero diplomado en anestesia y es lo que hace; y una doctora especialista en Medicina General Integral (MGI) que se desempeña como Pediatra. Todos vivimos juntos en un gran apartamento.

—Cuéntame un poco ¿cómo cambió tu vida luego de la entrada del Ébola?

—Sabes que esta es una fiebre hemorrágica viral, y para ponerle algunos calificativos te diría que es muy seria y de respetar. Tiene un comportamiento ascendente. Cada mes son diagnosticados más casos nuevos, pero nuestra brigada no trabaja, hasta ahora, con estos enfermos porque son concentrados en hospitales destinados al efecto, para lo cual nuestro país envió una brigada específicamente para ellos, algo muy divulgado a nivel internacional.

—Puede decirse entonces que ustedes están fuera de peligro…

—En lo absoluto. A nuestra consulta pueden llegar personas infectadas de Ébola en cualquier momento y debemos estar alertas. Esta población mantiene una cultura atrasada, con la religión musulmana muy arraigada y la pobreza es impresionante. Por tal motivo adoptamos medidas para protegernos.

—¿Cómo era un día cualquiera antes del Ébola y cómo es después del Ébola?

—Los días no son muy especiales. Amanece, sales al trabajo, terminas, vas a la casa haces tus obligaciones de lunes a sábado; los domingos haces compras en el mercado para la semana. En ocasiones te haces de algo para alegrar la vida y regresas a preparar la comida, lavar, limpiar. Ese día duermo más que de costumbre, escucho música, canto, bailo, hago ejercicios. O sea, entre col y col, lechuga.

“Una vez cada dos meses me tomo alguna cervecita, celebramos los cumpleaños, los días festivos de nuestra Cuba y así formamos la fiesta y bailamos, cantamos, nos reímos de nosotros mismos; sin embargo, no hay un solo instante en que deje de pensar en nuestra tierra, la familia, los hijos y así nos damos fuerzas para seguir.

“Llegó el Ébola y continuamos la rutina, aunque con una preocupación añadida y con tristeza te digo que mantenemos poca relación con los nativos, en los inicios era diferente. Trabajamos bajo presión porque no sabes qué te puede llegar. No salimos como antes con amigos, el hacerlo nos expone mucho más al riesgo. Te hablo así, en plural porque es la actitud tomada por todos, no solo mía. También uno le pide a Dios que te proteja y seguimos andando, con trabajo y más trabajo”.

—¿Cuentan con los medios de protección y saben usarlos?

—Aquí se comenzó a hablar del Ébola en marzo pasado. Nuestro jefe nos llamó e informó de la presencia de esta enfermedad viral grave, muy grave. Yo, particularmente, me di a la tarea de hacer búsquedas en Internet. Entonces me di cuenta de que estábamos ante un gran peligro. Pasamos unos días preocupados, adoptamos algunas medidas de prevención en el hospital.

“Se nos informaba cómo aumentaba la cantidad de enfermos, aunque en mi región no había reportes. En junio nos fuimos los 15 para la capital a ciertas gestiones y nos olvidamos del Ébola, confieso que lo subvaloramos y no le dimos la importancia que requería; sí nos tomábamos la temperatura y salimos para Cuba el 1ro. de julio, y al menos yo, no pensé más en el asunto.

“En agosto comenzó la epidemia y las informaciones y decía: eso no es posible, dejé aquello tranquilo, siempre con la determinación de que si me mandaban de nuevo iba ‘tumbando’ y que sea lo que Dios quiera. Así llegué el 28 de agosto a Guinea Conakry y percibí que ellos no tienen preocupación alguna, solo Dios les ocupa y solo Él los protege. Sigue la misma pobreza, la falta de higiene ambiental. Conocimos que esa epidemia había proliferado y extendido a Liberia y Sierra Leona.

“Así y todo nos incorporamos cada uno a nuestras regiones y a trabajar, por supuesto, con mayor estrés y conscientes del problema que respiramos. Fíjate, hasta rezamos, le pedimos a Dios y a nuestra Virgen y para adelante. Así somos los cubanos.”.

—¿Han recibido preparación para protegerse? ¿Tienen contacto con los otros cubanos que sí están frente a los enfermos?

—Este tema es difícil de abordar para que se entienda. El Ébola es una enfermedad tan difícil, altamente contagiosa que uno no llega a sentirse plenamente preparado porque no tengo experiencia en ese tipo de atención. Sí hay expertos dedicados a estos enfermos lo que no nos quita el riesgo de encima.

“Antes de venir pasamos un curso en Cuba y aprendimos un poco, por eso ahora es diferente, los preparan para eso específicamente. A pesar de no trabajar con enfermos de Ébola sí lo hago con pacientes desconocidos, sin diagnóstico que me llegan vírgenes en cuanto a la asistencia médica. Por eso adoptamos las precauciones. En Cuba nos dieron medios de protección, esos trajes que parecen de cosmonautas y así le decimos, sabes que los cubanos sacamos lasca de todo. Dentro de esos trajes te ahogas, te deshidratas, pero los tenemos. Y no contactamos con los médicos y enfermeros que vinieron en esa misión de erradicar el Ébola. Ellos saben que van a atender casos de Ébola ya diagnosticados. Nosotros no estamos al corriente de qué pacientes vamos a recibir. Pienso que todos estamos en riesgo

—Qué mecanismos utilizas para chequear a tus embarazadas, y así detectar si traen consigo alguna enfermedad sobreañadida?

—Solo estar bien atentos, incorporar en tu cerebro el riesgo al que estás expuesto y protégete. Claro, hay preguntas claves como si han viajado, y adónde. Les encanta moverse de un lado a otro y eso es un problema. También indagamos acerca de si han tenido fiebre, vómitos, diarreas o en contacto con enfermos de Ébola o si murió algún familiar, amigo, vecino. Me informo sobre a quién trato, y los casos sospechosos son evacuados a centros diagnósticos.

—¿Cómo recuerdas a tu familia ante condiciones de vida tan difíciles?

—Tus preguntas no son fáciles. ¡Ay!, cómo quisiera estar a su lado ahora mismo. La recuerdo todos los días, horas, minutos. Estos meses me parecen años, pero me conformo al estar seguro de que allá se está bien y con mejor suerte. Yo seguiré aquí hasta terminar y regresaré, estaremos juntos de nuevo y la vida continuará. Así pienso.

—Si hubieras estado aquí, ¿te habrías ofrecido para ir a combatir el Ébola?

—He aprendido que la vida es una y que el día de tu partida está programado y solo Dios conoce cuándo. Estudié Medicina para salvar vidas, no importa cuántas ni dónde; siempre que me necesiten en cualquier parte del mundo lo haré con gusto y me uniría a la brigada médica que sea para enfrentar las circunstancias necesarias.

—¿Cuándo te graduaste de médico y te hiciste especialista?

—Terminé la carrera en 1992. Hice la especialidad de Medicina General Integral (MGI) en 1997 y culminé la Ginecobstetricia en el 2002.

—¿Cumpliste otras misiones internacionalistas?

—Estuve seis meses en Bolivia y ahora aquí, que llevo 26 meses. Increíble cómo pasa el tiempo!!!!

—¿Sabes que tu hospital en Camagüey fue reparado y aún continúan con otras obras?, ¿qué piensas al respecto?

—Estoy enterado. Sé que ha sido reconstruido y embellecido y le doy gracias a quienes se ocupan de esto. Esa es la casa de quienes trabajamos allí, pasamos el mayor tiempo de nuestras vidas en ese lugar y te digo, ojalá se mantenga así, pues vivir en una casa vieja, fea y destruida te dificulta la vida y otra cosa, allí hemos nacido una buena parte de los camagüeyanos y vendrán otras y otras generaciones. Es el sitio donde abrimos los ojos y comenzamos la vida. Es triste abrir los ojos a este mundo y ver nuestra Maternidad fea. Estoy contento por eso.

—¿Qué tiempo te queda allá?

—Mi contrato es de tres años. Debo terminar en julio-agosto del 2015.

—De ese país, ¿qué te ha impresionado más, para bien y para mal?

—Antes de llegar aquí por cuestiones de viaje pasé más de un día en Francia, estuve en la embajada cubana en París. Caminé por la ciudad y me entusiasmó aquello por su belleza. De la misma manera me dijeron: ‘prepárate, mañana verás lo contrario’, y al llegar me dije: ¡ñooo! Adónde rayos llegué. Todo lo encontré feo, sucio y un olor horrendo. Los nacionales me tocaban, me pellizcaban, me decían patrón y pedían dinero porque tenían hambre, algo muy difícil realmente, nosotros en Cuba somos reyes.

“También hay cosas buenas, son gente que nos quieren y respetan muchísimo. Cuando saben que somos cubanos nos elogian, hablan de Fidel con respeto y recuerdan que él anduvo por este país, además que la colaboración cubana tiene muchos años aquí y no solo en la esfera de la Medicina. También me gusta mucho, mucho la comida africana, sus mujeres la preparan de manera excelente.

“Antes del Ébola campeaba en la capital y en su gran mercado donde muchos me conocen y se saben mi nombre, ya soy de los viejos por acá y en la región que trabajo es lo mismo, solo que el Ébola nos vino a bloquear la existencia”.

—¿Piensas que los cubanos ganarán la batalla al Ébola?

—Es un trabajo difícil, pero ¿qué batalla no ganamos los cubanos?, y esta será una más. Costará sacrificio, pero se cumplirá.

—Algún mensaje para tu familia pequeña y para la grande que es tu Camagüey…

—Para mi familia que estén tranquilos, que la misión la terminaré sin dificultades y voy a regresar bien de salud. Que vivan tranquilos y se cuiden.

“A mi hija que la quiero mucho, le pido que cumpla sus deberes diarios, pues es una mujer. Para mi padre, que no vea mucho el Noticiero, no quiero le repita el cuadro cardíaco con las noticias del Ébola. Las imágenes son estresantes realmente y en mi región no hay casos hasta el momento. A mi hermana que se mantenga fuerte, ella tiene tareas difíciles, aunque no imposibles y que pida a Dios todos los días para que el Ébola se acabe y regresemos todos sin dificultad. A mis sobrinos, que se cuiden y me escriban todos los días.

“A la gran familia camagüeyana algo sencillo. Este pequeño grupo de valientes cubanos, como siempre ha sido, mirando hacia adelante con una gran fuerza en nuestros corazones para dar y dar lo mejor de nosotros y así ayudar a todo el mundo en cualquier parte donde nos necesiten. Allí estaremos siempre sin importar los obstáculos, y sabremos poner el nombre de nuestro país bien alto y triunfaremos. Muchas gracias a ti y a todos lo que de una forma se desvelan de preocupación por nosotros. Un abrazo y salud”.

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui)

Fotos: Cortesía del entrevistado

Fotomontaje: Alejandro Bonet

Una parte de este oasis

Una parte de este oasis

En la foto al extremo izquierdo, tenemos al centro al Dr. Leosvel junto a algunos de sus compañeros; debajo Yania, su esposa, quien al momento de esta publicación estaba ingresada en el hospital materno infantil Ana Betancourt, a la espera del parto; y a la derecha la madre del galeno.

Por estos días he escudriñado todo lo que he podido acerca de la fiebre hemorrágica por el virus del Ébola. Todavía no hay noticias halagüeñas, solo que es una enfermedad infecciosa de etiología viral, muy grave, altamente contagiosa y mortal, que afecta tanto a seres humanos como a otras especies de mamíferos.

Algunos de los 14 camagüeyanos que andan y desandan por esos tres países del África Occidental: Sierra Leona, Guinea Conakry y Liberia, dan fe, con suma modestia, de cuánto hacen y harán por detener tan complicada dolencia.

Ahora viene un dilema para mí y es ¿por dónde empezar? Pero como se dice: las damas primero, así lo haré y por orden de experiencia acumulada.

Mis dos entrevistadas son del municipio de Vertientes, de Camagüey, Cuba: Vidalina Gutiérrez Rivero es la madre del Dr. Leosvel Pérez, ahora en Sierra Leona, para cortarle el paso a esta enfermedad; y Yania Ocampo Rosales, de 23 años, la esposa que está casi a punto de parir.

Vidalina es muy expresiva. A mi difícil pregunta acerca de qué sintió cuando supo la noticia de que su hijo marcharía a una misión tan compleja, confesó sin pensarlo dos veces:

“El corazón se me puso como una pasita, me lo sentí oprimido. Él llegó y le dije: ¿vienes a decirme que te vas para afuera?, yo no lo sabía, solo lo presentí y él me respondió: ‘Sí, mami, me voy a África a hacer algo por combatir el Ébola’, y le soy sincera, le pedí que no se fuera, lloré, lo abracé y luego lo comprendí, él me explicó y me dio sus puntos de vista de qué es un médico y me comentó que siempre salía y regresaba, por qué ahora no.

“Me aseguró: ‘No te aflijas, yo viro, esto es como una escuela, hay que prepararse y así evitamos la entrada de esa enfermedad aquí, los vamos a proteger a todos, no es solo ayudar a los más desfavorecidos’. Entonces ya lo que me quedó fue aconsejarlo y lo estoy esperando con orgullo y amor. Estoy pendiente del embarazo de su esposa para cuando llegue tenga su otra hija.

“Sus tres hermanos se desvelan por él, siempre pendientes y dándole ánimos y consejos para que se cuide en extremo, como pasa con el país entero. Las personas se preocupan por ellos. Los quieren y la población está muy orgullosa de ellos”.

Su esposa es un poco más tímida; aun así me contó:

“El director de Salud del municipio lo llamó alrededor de las nueve de la noche y le preguntó si ofrecía su disposición para viajar a África Occidental y enfrentar el Ébola. Él dijo que sí sin pensar si era enseguida o más adelante.

“Después vino y me consultó, al principio no le creí, pero me convenció y vi que era cierto. Le dije: Tú haces lo que entiendas, no seré un obstáculo, pese a que ahora estoy embarazada y me quedaré sola, no es algo fácil.

“Ahora he visto que me apoyan. Yo trabajo en la dirección municipal de Salud, soy técnica en Salud y Seguridad del Trabajo. Mis compañeros vienen, me visitan, me preguntan cómo estoy”.

Ya hacía sus planes para ingresar en Vertientes y a la hora del cierre de esta edición se encontraba en el hospital materno infantil Ana Betancourt, de Camagüey. Allí parirá dentro de muy poco.

—¿Sabes qué traes?

—Me dijeron que una hembrita que se llamará Yanisvel, por mi nombre y el de él.

—¿Mantienes comunicación con él? ¿Cómo lo notas?

—Sé de él a menudo y lo noto muy normal. Me asegura que los están cuidando, incluso, antes de comenzar a tratar a los enfermos los evalúan y si no aprueban tienen que esperar a lograr cómo manipular al paciente, cómo vestirse y desvestirse. El cómo trabajan se lo dejaré a él para que le cuente.

“Lo siento tranquilo y estoy segura de que se encuentra bien. Nos comunicamos por correo en Salud Pública porque no tenemos teléfono”.

—¿Conoces el tiempo que permanecerá en Sierra Leona?

—Dice que se habla de seis meses, luego estará en cuarentena allá antes de regresar y también cuando llegue porque eso es beneficioso para su seguridad, la nuestra y la de todo el pueblo.

—¿Qué te dice del nacimiento del bebé?

—Está feliz y deseoso por estar con nosotras. Él tiene dos nenés; una de ocho y el otro de 15.

—Si hablaras con él ahora mismo, ¿Qué le dirías?

—Que se cuide, eso es lo primero, que lo estaré esperando con nuestra niña en brazos y que lo quiero mucho.

CON LEOSVEL VÍA INTERNET

Él me aclara que tiene 42 años y se graduó en 1996 en el Instituto Superior de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay, de Camagüey. La especialidad de Medicina General Integral (MGI) la terminó en el 2002 en Vertientes y como supe que siendo casi un niño estuvo en Bulgaria y Checoslovaquia me dijo:

“Visité esos países por un viaje de estímulo en 1985. Fui Vanguardia Nacional de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM) en 1984”.

—¿Cómo se llaman tus otros dos hijos?

—Leosvel, de 15 años, y Lisbel Pérez Álvarez, de ocho. La bebé que está a punto de nacer se llamará Yanisvel, creo que ya lo sabes.

—¿Cumpliste otras misiones?

—En Guatemala del 2006 al 2008 y en Venezuela en el año 2010.

—¿Se parecen aquellas a esta?

—No, ninguna con estas características, ni con el grado de riesgos a que nos exponemos a pesar de la violencia enfrentada en estos países. Yo estaba preparado psicológicamente para salir a cumplir misión de nuevo y mi esposa también al igual que los demás, pero nunca imaginamos fuera bajo estas circunstancias.

“Así y todo, cuando el director municipal me pidió mi disposición no vacilé y enseguida me preparé para integrarme al contingente Henry Reeve. Después de ver la visita de nuestro Ministro a Ginebra comprendí la magnitud del problema y la necesidad de ayudar a los pueblos africanos y también la de prepararnos para evitar que entre a nuestro país esta terrible enfermedad. Siempre pensé en mis hijos y en mi familia para dar este importante paso y lo hice por principios y propia voluntad humanitaria”.

—¿Ya están trabajando con pacientes con Ébola? ¿Cómo ha sido el entrenamiento?

—Desde que comenzamos el entrenamiento en La Habana fuimos conscientes del peligro a que nos íbamos a exponer. Recibimos una esmerada preparación allá en Cuba y aquí al llegar a Sierra Leona. Estamos convencidos de que si cumplimos con rigor las medidas de protección vamos a terminar con éxito esta misión que nuestro pueblo tanto necesita. El compromiso es grande y lo cumpliremos.

—Tengo entendido que los trajes utilizados para protegerse son muy calurosos, ¿cómo evitan la deshidratación?

—Las sesiones de trabajo son de 6 horas al día y entramos a la sala con todas las medidas de protección por una hora, por ser el tiempo recomendado para evitar la deshidratación y el agotamiento. La desinfección es rigurosa y tenemos buen abastecimiento de agua, pues sudamos demasiado y lo más incómodo es que el sudor nos empaña los espejuelos de protección y nos obstruye el nasobuco o respirador provocándonos fatiga. Es por ello que solo debemos permanecer durante una hora con él puesto.

“Esto puede demandar que entremos de nuevo en el turno por dos o tres ocasiones y descansamos un día. Las jornadas son fuertes, pero realmente los pacientes demandan atención, algunos llegan en estado crítico y por la característica agresiva de la enfermedad el pronóstico es fatal para ellos, realmente solo el 50 % puede salvarse, aunque todavía no tenemos un nivel de atención representativo para poder decir que estamos salvando vidas.

“Aún faltan condiciones en el hospital para ingresar más pacientes, por el momento solo hemos trabajado con cinco positivos y han fallecido dos; aunque reitero, estos datos no son representativos todavía. Uno de los pacientes ya recuperado está muy satisfecho de la atención nuestra y de los demás compañeros de la organización internacional Save the Children, patrocinadora de este hospital.

“Nos alojamos en hoteles con todas las comodidades para descansar después del trabajo. La comida es buena y se ha mejorado la elaboración a nuestro gusto”.

—¿Se codean con profesionales de otras nacionalidades?

—Hay colegas y militares británicos, irlandeses, norteamericanos y leoneses, entre otros.

—¿Sientes que dejaste tu familia protegida?

—Aquí solo vienen a mi mente mis hijos y mi familia. Los dejé en situaciones difíciles, pero sé que están bien, me comunico frecuentemente con ellos y la única preocupación de todos es que cumpla con éxito esta misión sin arriesgar mi propia vida, eso es lo más importante al igual que la de mis compañeros.

En mi búsqueda por Internet corroboré cómo la medicina privatizada está subyugando todo ese ámbito, salvo algunos oasis, así dicen, como Cuba.

Autora: Olga Lilia Vilató de Varona (Cuqui

Fotos: Otilio Rivero Delgado y cortesía del Dr. Leosvel

Fotomontaje: Otilio Rivero Delgado